LA ALBERCA
Multar al policía
La sanción al periodista José Manuel de la Linde por hacer su trabajo es una vergüenza
El uniforme de un Cuerpo de Seguridad del Estado no es un elemento de poder, sino de servicio. Pero algunos agentes no terminan de enterarse de cuál es la diferencia entre una cosa y la otra. Somos muchos los ciudadanos que vemos con cierta impotencia cómo a veces la Policía permanece impasible ante gamberros profesionales y, sin embargo, en otras ocasiones le levantan la voz a personas educadas que sólo tratan de acceder a su calle. Obviamente, hablamos de excepciones. La Policía Nacional es una institución que garantiza las libertades y demuestra que España es un país instalado en el progreso. Pero precisamente por eso tiene que cuidar de que sus efectivos díscolos desaparezcan. Porque no es justo que un justiciero uniformado manche la imagen de miles de agentes con verdadera vocación pública. Y, curiosamente, los sindicatos policiales no suelen meterle mano a ese problema. Al contrario, suelen proteger a los que visten de forma indigna el uniforme por una falsa concepción del corporativismo, que no consiste exactamente en defender a las personas, sino lo que esas personas están obligadas a representar.
La multa al periodista de Canal Sur José Manuel de la Linde es uno de esos casos en los que el abuso de poder de un determinado policía echa por tierra la imagen de la Policía. A Linde lo sancionó un listo durante la procesión extraordinaria del Gran Poder a la Catedral con motivo del Año de la Misericordia por hacer su trabajo. Puede entenderse que el agente, en una coyuntura determinada, pudiera darle indicaciones al periodista de que tenía que retirarse de una zona y que el informador, cumpliendo con su obligación, tratase de dialogar con él para poder seguir haciendo su encomienda. Pero cualquiera que conozca a José Manuel de la Linde aunque sea de vista sabe que jamás se enfrentaría a un representante de la autoridad con despotismo. Yo pongo la mano en el fuego por él. El problema es que a la hora de emitir una sanción, la palabra del agente prevalece sobre la del denunciado, cosa lógica, siempre que este privilegio no sea usado por quien lo posee de forma arbitraria. Pero, ¿eso cómo se demuestra?
A algunos policías les falta mucha mano izquierda con los buenos y les sobra mucha condescendencia con los malos. Es muy cómodo sentirse poderoso ante el débil y muy incómodo tener que aplicar la ley ante el peligroso. Pero en eso consiste exactamente la vocación de servicio, que es algo en lo que el agente cuya denuncia ha supuesto una sanción a José Manuel de la Linde de 600 euros supuestamente por entorpecer la procesión y contestarle de mala manera coincide con el periodista, que no estaba allí por gusto. Garantizar la seguridad es lo primero, pero sin que ese derecho de los ciudadanos colisione con otros, como el del informador a informar. El problema es que algunos sacan la placa como sacaba el Zorro su espada. No entienden su función como una asistencia, sino como una supremacía. Ha ocurrido con Linde. Pero, ¿quién se atreve a multar al multador?