Manuel Contreras - PUNTADAS SIN HILO
Montadito
Si hay una seña de identidad que define a las nuevas generaciones por encima de ideologías o estratificación social es su interés en disfrutar de una cierta holgura económica. No digo ser millonario; si la mayoría de nuestros jóvenes anhelasen la opulencia cada año saldrían de las universidades tiburones dispuestos a comerse a su padre con tal de acceder al éxito. El objetivo se orienta más bien hacia una economía saneada y despreocupada que permita comodidades básicas sin unas exigencias laborales extenuantes. El estado de bienestar ha diluido aquella hipermotivación que llevó a los jóvenes que vivieron la postguerra a levantar el país; trabucando a Kennedy, la mayor parte de la chavalería ya no se pregunta qué pueden hacer ellos por España, sino qué debe hacer España —o la Junta de Andalucía, que pilla más a mano y ha maleducado más— por ellos.
El estímulo de los jóvenes ya no es la ambición, sino la seguridad. Por regla general prefieren una paga estable a un negocio arriesgado. Las aventuras tienen escaso margen en una economía polarizada entorno al sector público y que se mueve a golpe de subvención. El ideal laboral es el funcionariado, apegado al tópico de trabajo relajado y sueldo seguro de por vida. Y los saltos al vacío, para la piscina de la urba en la playa.
En este panorama, la figura de José Manuel Fernández-Capitán, el fundador y presidente de Restalia, supone un caso insólito en el ecosistema económico andaluz. Un tipo que, tras aprender el negocio de hostelería en una franquicia de pizzas, monta dos negocios del género que no le funcionan. Con lo poco que salva de la quema compra un local de 19 metros cuadrados y abre un restaurante con el que se juega hasta la camisa. La fórmula funciona y comienza a crecer poco a poco a base de quitarle horas al sueño y hacerle kilómetros a un Peugot 205. Desarrolla la marca a pelo, sin subvenciones ni ayudas de Invercaria, solo reinvirtiendo los ingresos. Hoy tiene una cadena internacional de 600 franquicias que factura 260 millones de euros, y cuando le llaman los fondos de inversión se permite el lujo de no ponerse al teléfono.
Fernández-Capitán es un rara avis porque no come con directores generales de la Junta ni va a los actos de la CEA. Se dedica a trabajar y hacer crecer su empresa. Posee el gen empresarial que se debería promover en Andalucía, donde falta riesgo y sobra comodidad. Pero en lugar de servir de estímulo, uno tiene que oir bromas desdeñosas sobre cómo el dueño de Restalia está «montadito» en el dólar, sin advertir que sería muchísimo más rico si hubiera vendido su empresa en uno de esos pelotazos que tanto se estilan. Cuando Fernández-Capitán empezaba a ganar dinero con los 100 Montaditos, alguien le dijo: «esa idea ya se me había ocurrido a mí», a lo que el empresario sevillano contestó «pues haberlo hecho». Ojalá el ejemplo de Restalia sirva para que otros muchos andaluces apuesten por sus ideas.