Tribuna Abierta
No me gusta
No me gustan las personas agresivas y no me gusta la agresividad, tampoco la verbal, ni las opiniones destempladas

No me gusta la gente que siempre dice lo que piensa (la que nunca calla y la que nunca empatiza). No me gusta la rigidez mental. No me gusta la gente que no es capaz de fingir un poco para agradar. O al menos de ... cerrar la boca para evitar molestar. No me gusta la gente que monopoliza las conversaciones y sobre todo la que no escucha, la que es sorda salvo para sí misma, la que quita la palabra de la boca porque no puede disimular que le importa un pimiento lo que dicen los demás. No me gusta la gente que te emplaza a un almuerzo y lo primero que hace es preguntarte a bocajarro cómo ves el panorama político y la que, más que interrogar, examina. No me gusta la gente que elude los temas triviales y los asuntos de la vida inmediata —los hijos, el colegio, el trabajo, las tareas domésticas, el último fin de semana…—, y la que sólo habla de su carrera profesional. No me gusta la gente que no le hace fiesta a un buen plato y la que no dice una palabra sobre lo que está comiendo.
No me gusta la gente acostumbrada a su buena suerte, la que ya ha asumido como un derecho cenar en un buen restaurante, conducir un buen coche, vivir en un buen piso. La que nunca se cuestiona sus méritos y no da las gracias por lo que tiene. No me gustan los que pasan por los hoteles como si se subieran a un autobús. Los que no disfrutan de los momentos brillantes de cada día: un café perfecto, el elogio de alguien que te importa, un beso inesperado. Los que se aburren en sus vacaciones. Los que no tienen vida privada. Los que invaden el espacio familiar o el tiempo de ocio de otros porque a ellos sólo les motiva su trabajo. No me gusta que me inviten a planes sin mi mujer los fines de semana, porque no me interesan. No me gusta dormir solo, y no me gustan los días sin sexo y sin sol. No me gustan, no los soporto, los tipos que hablan con desconsideración a/de sus parejas, ni los que son incapaces de reconocer la belleza que hay en la persona con la que conviven. No me gusta la gente que no comprende que el atractivo, la inteligencia, la bondad y el interés están sobre todo en la mirada.
No me gustan los descarados (ni las descaradas). No me gustan la provocación ni los provocadores. No me gustan los imbéciles que tensionan el protocolo y los enfermos de importancia que montan un escándalo si no les dan el mejor sitio. No me gusta la gente que va avasallando y la que hace irrespirables los ambientes. No me gustan las personas agresivas y no me gusta la agresividad, tampoco la verbal, ni las opiniones destempladas. No me gusta la arrogancia, ni siquiera ejercida contra el arrogante. No me gustan, cada vez me gustan menos, los columnistas faltones que entran en la descalificación personal y los que escriben artículos que solo son chistosos (o eso pretenden). No me gusta, me ha dejado de interesar, el ingenio sin sustancia y la esgrima verbal que hiere.
No me gustan los extremos y los orgullosos de pertenecer a ellos, los que se sienten superiores por sus ideas, ajenos a la duda, despreciativos del centro. No me gustan los tipos sin contradicciones ni inseguridades, los que se sienten invulnerables, los triunfadores natos, y sobre todo los presuntuosos, los narradores de sus propios éxitos, los encantados de conocerse, los que se gustan demasiado, los que hablan mucho (y bien) de sí mismos y poco (y mal) de los demás. No me gusta, ya lo dije, la gente rígida y la que confunde personalidad con inflexibilidad, la que no es capaz de adaptarse al entorno, y no se viste con la etiqueta adecuada en una ceremonia porque yo nunca llevo traje. No me gusta la gente que se te pega demasiado para hablarte, y la que habla entre líneas, y te deja las frases a medias, como si tú estuvieras en el ajo y pudieras entender lo que no dicen. No, no me gustan los que te incluyen en un sobrentendido que ni conoces ni te interesa. No me gusta la gente que anda constantemente en conspiraciones y la que nunca se moja ni toma decisiones, ni come ni deja comer. No me gusta la gente que anda perpetuamente en la búsqueda de su propio yo, los que se pasan la vida averiguando lo que son y no son, y los que dejan su trabajo solo para cambiar de aires dejando toda la responsabilidad económica a su pareja. No me gusta la deslealtad y no me gusta la falta de respeto hacia el pasado en común.
No me gusta dedicar tiempo a la gente que no me gusta y, aunque me esfuerzo en que todo el mundo me guste, hay tantas personas que me gustan tanto que prefiero dedicarles mi atención a ellas.
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