TRIBUNA ABIERTA
Dudas y certezas de un ciudadano elector
Qué sabemos los habitantes de Andalucía –hayan o no nacidos en esta tierra de María Santísima- sobre los programas de cada uno de los partidos en liza

Cuarenta años han recorrido, entre meandros, las aguas turbulentas del río que es esta frágil democracia llamada España, y en cada meandro una cita con las urnas, en esos escasos momentos en los que los ciudadanos podemos ejercer un derecho, llamado a influir en el ... curso de ese río, hasta llegar al siguiente recodo.
De la primera a la última cita electoral, nacional, autonómica, o municipal, han crecido, en mi caso, más las dudas que las certezas. Entre estas últimas siguen figurando la constitución española de 1978, la consideración de España como patria una, diversa, e indivisible, formada por ciudadanos libres e iguales en derechos y deberes, todo ello como eje orientador de nuestras decisiones políticas.
No obstante, la experiencia de estos años nos ofrece no pocos casos en los que los partidos políticos con representación parlamentaria que han alcanzado el poder han traicionado, en mayor o menor medida, a sus electores, al incumplir las promesas que formularon durante las campañas electorales (promesas que están «para no cumplirlas», según el que fuera alcalde madrileño Enrique Tierno Galván), supeditando los intereses de España y el bien común de sus ciudadanos a los de sus partidos o sus ideologías.
He seguido atentamente la fase pre-electoral de las elecciones autonómicas andaluzas, que son las que ahora vienen al caso, centrada especialmente en las figuras de nuestro actual presidente autonómico don Juan Manuel Moreno Bonilla, Juanma para los amigos y, por otros motivos, en la de la aspirante a vicepresidenta andaluza, doña Macarena Olona.
Nuestro presidente parece confiar más en su atractivo personal, el conocimiento que los habitantes de esta tierra tienen de él, más que en las siglas que representa, las del PP. Quiere pescar en todos los caladeros, como ha recordado algún cronista sevillano, incluso en el de sus «hermanos separados», los simpatizantes de Vox, en una innegable aspiración a que vuelvan al redil. Y todo ello en su intento de gobernar en solitario, ante la sospecha, no infundada, de que el partido Ciudadanos no llegue a ser picador, ni banderillero, ni siquiera mozo de espadas, de su cuadrilla.
Pero los sondeos aparecidos estos días aseguran que, pese a sus buenos deseos, no podrá lidiar a solas con los miuras que le esperan a la vuelta de la esquina, y tendrá que compartir cartel con otro –en esta caso-otra- espada, la cabeza de lista de Vox.
En la pre-campaña afloraron ciertos lugares comunes, que no deberían influir, a mi juicio, en el ánimo del elector. Por ejemplo la importancia de la moderación como cualidad personal de contener o frenar los extremismos. Los candidatos señores Moreno y Espadas, incluso la señora Nieto, parecen los mas templados. Pero tras esta cualidad se ocultan distintos planteamientos políticos, a veces antagónicos.
Otro concepto que ha vuelto a repetirse es el del voto útil. ¿Útil a quién y para qué?. Cualquier voto es útil para el partido por el que se vote, y hay asuntos claves, como el de los impuestos, ante los que no cabe dudar a donde debe ir el voto de un ciudadano acribillado a impuestos.
En cambio, he notado un gran vacío en un tema básico: el de los programas con los que acuden los diversos partidos. Qué sabemos los habitantes de Andalucía –hayan o no nacidos en esta tierra de María Santísima- sobre los programas de cada uno de los partidos en liza. Lo que nos llega a los buzones son papeletas de voto. Mucho mitin, mucho debate, entrevistas, eslóganes, en los que se suele apelar más a los sentimientos que a la razón, más a tópicos como los de la violencia de género, el medio ambiente, o la demagogia de pobres y ricos propio de la extrema izquierda; o a los represaliados franquistas: ¿los de Falange española, quisieron decir?.
Sin saber de qué van los programas no es posible votar con conocimiento de causa ni aquilatar, más tarde, el incumplimiento de los mismos, como ha recordado, en las páginas de ABC, nuestro admirado colega don Antonio, el maestro Burgos, al afirmar que Julio Anguita sigue clamando en el desierto «programa, programa y programa».
Todo ello avala mi convicción inicial: son más mis dudas que mis certezas, a la hora de depositar mi papeleta, con unos candidatos concretos, o en blanco.
(*) Miguel Ángel Agea Amador es periodista
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