LA TRIBU
Por mentarlo
Tanto mentarlo, tanto mentarlo, el calor se ha despertado con nuestras voces y ya se anuncia en las carteleras de agosto
Cuando los chiquillos, en la siesta del verano o en el anochecer del invierno, nos reuníamos para contar historias, si alguno hablaba de algo que nos aterrorizara a todos —los fantasmas, los muertos, el tío de la sangre…—, siempre había uno que respondía: «No mentarlo, que se aparece…» Eso, eso: no mentéis nada que temáis, que al mentarlo, aparece. Y si en aquellas reuniones de siesta o de noche oíamos un ruido extraño o algo parecido a un grito de queja, decíamos: «¡Por mentarlo; eso es por mentarlo…!»
Desacostumbrados a veranos frescos, cuando junio y julio, salvo dos o tres días, vinieron con noches tan plácidas que parecían vestidas con camisas de febrero, y teníamos que taparnos de noche, y de día no teníamos necesidad de poner el aire acondicionado, nos pasábamos las horas preguntándonos, extrañados, «¿Y el calor, no viene este año?» No lo mentéis, que se aparece. Pero nosotros, en vez de dejar dormir al monstruo ardiente, no dejábamos de nombrarlo: «¿Tú te das cuenta de los días tan frescos que tenemos? ¿Qué le habrá pasado este año al calor? ¡Qué bien se está así, sin los cuarenta grados y el bochorno nocturno que no nos deja pegar ojo…!» Algunos decíamos lo que decíamos de niño: «No mentarlo, que se aparece…» Hace unos días decíamos que no estábamos disfrutando del julio tan fresco que teníamos porque no dejábamos de acordarnos del calor, y eso es como no dejar de hablar del hambre cuando se está disfrutando de un banquete. Y así, con la extrañeza y el miedo por el calor que no teníamos, el fresco se nos iba yendo poco a poco, sin disfrutarlo tanto como hubiésemos sufrido el calor inmisericorde de la canícula. Y todo el día igual: «Hay que ver que no hace calor… Hay que ver lo bien que se pasea por las calles a cualquier hora, sin tener que aguantar el calor…» Y, claro, tanto mentarlo, tanto mentarlo, el calor se ha despertado con nuestras voces y ya se anuncia en las carteleras de agosto; como poco, una semana por encima de los cuarenta grados y con la mínima más alta que la máxima que hemos tenido días atrás. En el ruedo de agosto, el calor criminal toreará seis o siete corridas de toros de fuego. Y quién sabe si entonces nos arrepentiremos de haber mentado tanto aquellos viejos julios incendiarios. O tal vez estemos felices con la frase más nuestra del verano: «¡Ojú, qué caló…!», y con esa frase, una cerveza helada y con nuestras manos, con el pañuelo cogido y abierto, haciendo de Verónica en nuestro rostro, sentiremos que todo está como tiene que estar, porque «el fresco que hemos tenido en julio no era normal…» ¿Que hace mucho calor? Por mentarlo.