Javier Rubio - CARDO MÁXIMO

Meditación de la media vida

No somos sino producto del azar desde que nuestros padres nos conciben hasta el día en que desaparecemos

JAVIER RUBIO

A veces, me da por pensar en mí mismo como si fuese otro. Y contemplarme desde fuera, lo más desapasionadamente posible, lo mismo que poso los ojos en los demás. Entonces oteo, como desde un promontorio de mi propio carácter, lo patético que puedo llegar a ser, lo entrañable que soy por dentro, lo cascarrabias que llegaré a ser con el tiempo o lo templado que me han vuelto los años. Es divertido mirarse desde fuera, como si el escrutinio correspondiera a un juez imparcial y honesto en vez de a un fullero que juega con las propias cartas marcadas y se conoce al dedillo las triquiñuelas para salir airoso de todos los lances.

A veces, me da por pensar cómo sería mi vida de otra manera. Si no hubiera tenido tales padres ni tales hermanos, si hubiera nacido en otra familia y no me hubiera criado en mi propia casa, si hubiera ido a otro colegio y no me hubieran dado clase los profesores que lo hicieron, si no hubiera tenido los maestros que tuve. Qué hubiera sido de mí si aquel día decisivo no me hubiera recogido como autoestopista un amable conductor o si aquella ocasión que me puse a teclear en una máquina de escribir el primer pie de foto de mi historia hubiera fallado estrepitosamente. Si no hubiera encontrado a los amigos que encontré, si no me hubieran pasado las cosas que me ocurrieron, si todo hubiera rodado de otro modo por otra ladera distinta por la que me llevó la vida. Qué sería de mí y dónde estaría ahora si nada de lo que me pasó hubiera sucedido.

A veces, me da por pensar en mí caminando por el jardín de los senderos que se bifurcan, tomando otras decisiones en la vida que me hubieran llevado a otra playa del destino y que habrían dado conmigo en un restaurante gallego haciendo de maître atildado o en un monasterio, de disciplinado cartujo sin pronunciar palabra. No somos sino un azar desde el preciso instante en que nuestros padres nos conciben hasta el día en que desaparecemos de la faz de la tierra. Los ladrillos con que se va construyendo nuestra vida se van combinando según un plan que ni siquiera llegamos a intuir pero del que formamos parte, como esas partidas de tetris en las que hay muchos caminos para llegar al final dependiendo de cómo encajmos las piezas que nos van entrando. En nuestra mano está tomar las decisiones acertadas para completar la partida sin saber a ciencia cierta lo que nos depara el porvenir.

A veces, me veo a mí mismo y pienso que no tendré suficientes días para darle gracias a Dios y a todos con los que me he cruzado en la vida. De cada uno me habré llevado algo, cada quien me habrá dado algo de lo que soy, de todos habré sacado algo en limpio. A veces, me miro en el espejo muy serio y me echo a reír. Conviene tomarse a uno mismo en broma antes que ponerse dramático. A la postre, soy solo uno de los muchos Javier Rubio que podría haber sido.

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