De Medina Azahara a Itálica
Ahora que la ciudad cordobesa es Patrimonio de la Humanidad hay que mirar al próximo reto: Itálica
Las piedras de Medina Azahara guardan el silencio de siglos de olvido, pero ayer la ciudad palatina construida por Abderramán III era una fiesta. Triunfó la candidatura para ser declarada Patrimonio de la Humanidad. Aquella ciudad sólo duró unos setenta años, pues quedó arrasada en la terrible guerra civil que terminó con el califato. Luego fue saqueada durante mil años y no hace mucho sus hermosos capiteles de avispero se vendían en internet. Su existencia es un milagro y este reconocimiento subraya el asombro de la posteridad.
Lo sorprendente es que Medina Azahara aún no estuviera declarada Patrimonio de la Humanidad. Sobre todo al repasar algunos sitios históricos que sí lo están. Pero ya se sabe de las injusticias de las maquinarias burocráticas y lo lejos que están ciertos despachos de decisión. Medina Azahara ya tenía el prestigio histórico y la belleza, así que el éxito se debe a la buena gestión del equipo que ha preparado la candidatura .
Y ahora debemos poner la brújula dirigida en otra dirección: Itálica . Y vuelve a surgir la misma pregunta: ¿Cómo es posible que la ciudad romana aún no sea Patrimonio de la Humanidad? Un hecho increíble, una injusticia que hay que subsanar ya.
Hay un buen equipo preparando la candidatura. Con la complicidad de las instituciones, la plataforma civil Civisur está empeñada en conseguirlo y para ello ha organizado un ambicioso programa de reivindicación desde la perspectiva histórica, arqueológica, literaria y artística. Porque Itálica es un prodigio, una huella fabulosa de nuestro pasado, la primera ciudad romana fundada en Hispania y también la primera fuera de territorio italiano. Sin contar con que es la ciudad de los emperadores Trajano y Adriano .
Son unas ruinas vivas en las que aún aparecen piezas sorprendentes y nuevas lecturas de la ciudad y de sus habitantes. Itálica es otro milagro de supervivencia pues su saqueo fue casi total. Desgraciadamente, aquellos campos de soledad y mustios collados de los que hablaba Rodrigo Caro en el siglo XVII siguen creciendo por la desidia de la Junta de Andalucía, que cuida poco y mal esta joya patrimonial. Pero Itálica siempre ha podido con todo. Incluso cuando se olvidó su nombre pasando a denominarse Campos de Talva o Sevilla la Vieja. Ha sido y es inspiración literaria, una constante sorpresa arqueológica y un lugar que es mucho más que un criadero de musgo. Esperan bajo la tierra los ojos ciegos de sus estatuas, huele a aceite viejo de la Bética y estremecen sus atardeceres con colores de hidromiel. Itálica, patrimonio de la mejor memoria de la humanidad.