Más leña

La señora Calvo no quiere que la boca, en el piropo elegante o grosero, se nos desmande

Carmen Calvo está en el foco de la polémica ABC
Antonio García Barbeito

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Sí, vamos a dar más leña, porque con las voces de los chuminosos, los cagalistrosos y los que no tienen más que cagaleras —uso lenguaje diario de mi infancia—, o pones freno o te pasa como cuando dejas que las hormigas campen a sus anchas, que te comen. Como a un cagalistroso le des guita, le sueltes rienda, se te desmanda, aunque pretenda que quien no se desmande sea nuestra lengua, como le dice Hernández a su amada por aquel primer beso: «…y tú estás sin dormir, celosamente, / vigilando mi boca, ¡con qué cuido!, / para que no se vicie y se desmande.» Bueno, aquí la que está «sin dormir, celosamente», vigilando nuestra boca, es la señora Calvo, que no quiere que la boca, en el piropo elegante o grosero, se nos desmande. Como para que le apruebe la enorme letra de soleá a Antonio Murciano: «Me la tienes que pagar, / ya le diré yo a tu novio / dónde tienes un lunar.»

Manolo Escobar, que en paz descanse, dará gracias al cielo por no estar vivo, porque entre el «Viva el vino y las mujeres» y el «No me gusta que a los toros / te pongas la minifalda», a ver para dónde tiraba, el buen hombre. Como la letra de bambera: «Si tu madre no fue buena, / tú tampoco lo serás: / de mal trigo, mala harina; / de mala harina, mal pan.» O el estribillo: «Oleole, oleá, / a mí me gusta pegarte / sólo por verte llorar…» Ya dijimos ayer que como les dé por la memoria de la copla, nos quedamos sin folclore: «Vete, mujer mala, vete de mi vera, / rueda lo mismito que una maldición…» O nos vamos al fandango de Antonio El Sevillano: «Tú dejaste mi queré / cuando más falta me hacía; / yo de pronto recordé / aquel refrán que decía, / ‘Al fin y al cabo, mujer.’» Era para contraatacar, artillería de discos dedicados, con las coplas más sonadas, y que cantara, como canta, alguna mujer: «A revolcarme, a revolcarme, / en un capote / que huela a carne…» Y si la mujer dice que no, se le canta por fandanguillos: «De qué presumes negando, / si por mí te vuelves loca; / tú lo que estás es deseando / de darme un beso en la boca. / Tú sola te estás matando.» Yo, de verdad, me defendía con versos, que es buena munición casi siempre: «Dile a tu madre que calle, / que tiene tres niñas mozas / que están pendientes del aire», y eso es lo que hay. Llenémonos la canana de la protesta de balas de este tipo, y disparemos a todo lo que suene a chuminá o a parida de cagalistroso: «Chiquilla, tú eres mu loca; / tú eres como las campanas, / que to er que sube las toca…» ¡Disparen…! ¡Coplas a ellos, o a ellas! «…en las últimas esquinas / toqué sus pechos dormidos / y se me abrieron de pronto / como ramos de jacinto…» Pues eso.

antoniogbarbeito@gmail.com

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