Nada por aquí, nada por allá
El mago de Bormujos encajaría como un guante en un Gobierno que ha hecho del ilusionismo su modelo político
No sé si el alcalde de Bormujos debe dimitir o si Pedro Sánchez debe hacerlo ministro. Probablemente las dos cosas. El alcalde, además de estar procesado por prevaricación, tuvo la ocurrencia de contratar como responsable de «Asesoramiento y seguimiento del protocolo Covid-19 en los ... colegios» del municipio no a un especialista en patologías infecciosas o un experimentado docente, sino a un mago. Se trata del prestidigitador Evartisto, quien se anuncia en la web con el eslógan «Evartisto, siempre listo». Y tanto.
En cualquier país serio del mundo esta extravagancia implicaría que el partido del alcalde —en este caso el socialista— exigiese al mandatario la carta de dimisión por irresponsable. Pero en esta España y con este PSOE la dimisión de Francisco Molina, que así se llama el alcalde aljarafeño, sería más bien un mero trámite para su inmediata designación como ministro. Una lástima que llegue tarde para sustituir a Illa. Un tipo que deja el control del Covid en los colegios a un mago merece sentarse en el consejo de ministros, por ejemplo entre el astronauta y la cajera del supermercado. Y al brujo habría que darle cuanto antes una Secretaría de Estado, claro. El tándem que haría con Fernando Simón podría pasar a los anales de la política nacional. Sin tener carnet de taumaturgo, Simón ha hecho el mayor truco de magia que se haya visto jamás, la desaparición de 40.000 fallecidos de Covid que no figuran en las estadísticas. Ni Houdini llegó a tanto.
El alcalde de Bormujos y su mago encajarían como un guante en un Gobierno que ha hecho del ilusionismo su modelo político. La gestión desde Moncloa es puro efectismo basado en la más básica regla de la prestidigitación: desviar la atención para hacer la trampa sin que lo adviertan los ojos del espectador. Mientras los españoles nos quedamos mirando el traslado del cuerpo de Franco o los viajes en avión de Sánchez, el Gobierno socava los pilares del Estado de la forma más imperceptible posible. Y cuando la mirada vuelve al escenario, el cambiazo ya se ha producido.
El brujo de Bormujos ni siquiera pisó los colegios de la localidad, en los que tenía que supervisar la correcta aplicación del protocolo antiCovid. Se limitó a cobrar. Esta pasividad también le acerca a un Pedro Sánchez que no ha pisado ni un centro sanitario desde que comenzó la pandemia. Es una pena que a Iván Redondo el tema de Bormujos le haya pillado con coronavirus, porque de lo contrario no se le hubiera escapado el fichaje del mago. Me imagino a Evartisto con su capa en el palacio de la Moncloa diciendo «nada por aquí, nada por allá». Imposible encontrar otra frase que resuma mejor la gestión de este gobierno.
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