Antonio García Barbeito - LA TRIBU

Manolita Chen

Se han apagado las lentejuelas de cien teatros y han enmudecido las voces de cientos de artistas

ANTONIO GARCÍA BARBEITO

Como ir a sacar entrada para la primera vez del pecado. En la casa dijisteis que ibais a un circo, pero ibais a lo que ibais, a ver, en carne viva, las mujeres medio desnudas que habíais visto en algunas barajas de carta, en alguna revista extranjera, o que llevabais en la imaginación con el nombre y los andares de alguna muchacha hermosa del vecindario. «¿Y salen en cueros?» «Casi, casi…» Como la primera vez del pecado, como aquella noche en aquella zona de calles oscuras, bares con olor a suelo agrio de serrín, vino y güisqui de garrafa; barrio de casas con la puerta entreabierta donde asomaban, con más asco que ganas, meretrices desdentadas y pobres que se revolcaban con cualquiera por menos de un jornal, sobre unas sábanas de quinto cuerpo, en una umbría espesa donde flotaban en el aire amagos de ladillas que huían del permanganato.

En busca de lo prohibido, ya sin remordimiento, sin examen de conciencia ni mucho menos propósito de enmienda, que ya hacía algún tiempo que no os arrodillabais en el fielato del confesionario a declarar mercancía de pecados que viajaban en el doble fondo de la vergüenza o del miedo. Tú y tu hermano, aquella tarde de Feria, en busca de lo prohibido. En los teatros que anunciaban bailes de muchachas, en los circos y en las películas en blanco y negro en cuyos fotogramas hubiera primeros planos de mujeres que enseñaran algo, lo primero que buscabais era lo prohibido, y lo prohibido era, sobre todo, la carne, aunque no lo entendierais, por más que la moral pacata y pobre quisiera —impusiera— una adolescencia y una juventud que en los corros de la cercanía sólo jugaran a la gallina ciega. Una palabra sonaba entonces con una fuerza tal que algunos le hubiesen aplicado categoría de blasfemia o correctivo de tres credos y seis avemarías: cachas. En cualquier espectáculo de circo, cine o teatro, la pregunta era si las mujeres enseñaban las cachas. Por eso aquel día de la fiesta de la patrona, en el cuartel, aquellas coristas te recordaron el perfil revisteril de aquel teatro, y éste, a algunos bailes de salón de alguna película del Oeste. Grandes artistas: magos, cantaores, humoristas, bailaores, bailarinas, músicos… Libretos escritos con talento y hábil picardía para que la censura no pudiera, aunque quisiera, meter a saco sus tijeras. Magníficos teatros y circos, geniales artistas, gente que lo hacía todo en un mundo total y mágico. Ayer murió Manolita Chen. Se han apagado las lentejuelas de cien teatros y han enmudecido las voces de cientos de artistas. Ha muerto Manolita Chen. Por ella, qué hermoso fue lo prohibido…

antoniogbarbeito@gmail.com

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación