Mangas
Un verano fresco tiene arreglo, que una manga larga se encuentra en cualquier sitio, pero cuando el sol dice allá voy, no siempre hay remedio
Junio anda como el llorado Chiquito de la Calzada, dos pasitos al frente y uno hacia atrás. Tiene un caminar dudoso, como un canónigo que conocí en los sesenta, de gesto avinagrado, poco amigo de saludar o de responder al saludo, tocado de sombrero de teja y fumando como un carretero, al que apodaban «Engañalosa», porque, quizá por una cojera vieja o congénita, el hombre movía el pie derecho para dar el paso y no lo colocaba donde amagaba el primer movimiento, de ahí el mote de «Engañalosa». Pues este junio bendito, junio de mis amores, junio al que lloraré cuando se vaya y deje fuego sobre fuego, este junio, decía, anda como aquel canónigo «Engañalosa», que amanece con pinta de verano y al colocar la huella al mediodía, el pie se le vuelve agua y llueve como si fuera marzo.
Locura de mangas en los roperos de la casa, que si hay que buscar la cazadora o la rebeca. Y trasiego de mantas en los altillos; que si hay que bajar de nuevo el cobertor o la manta, que tengo repelucos, que la noche está fresca. Y así, a la hora de salir a tomar una copa, mejor dentro, que fuera hace frío, y si no lo hace ahora, lo hará dentro de un rato, y algunos y algunas acaban echándose por los hombros el mantel. Por esos sitios de sierra he visto bares y restaurantes que en los sillones de la terraza colocan mantas estriberas para el frío que acabará llegando cuando se oculte el sol del verano, o bien como complemento a la resolana invernal. Junio, este junio, como Chiquito, torpedo, pecadol de la pradera, dos pasos al frente y uno o dos hacia atrás. Hay un junio que quiere ser verano y otro que no lo deja. «Engañalosa» puro. El año pasado, el calor de los días alrededor del Corpus quemó literalmente las ramas de eucalipto de los adornos de Hinojos, y este año las ha mantenido como si las hubiera metido en el cubo del pozo. Un verano fresco tiene arreglo, que una manga larga se encuentra en cualquier sitio, pero cuando el sol dice allá voy, no siempre encontramos remedio. Ayer, por la mañana, sobre el toldo que esperaba un sol de junio se oía como un toque de tambor. Era la lluvia. La mañana acabó chorreando. Las plantas y las flores, felices; la luz, contenta. Y el aire se fue corriendo en busca de algo que ponerse por encima, un jaique, una cazadora, algo, que el aire de junio andaba con mangas cortas y buscando algo sin mangas. Junio «Engañalosa». ¿Muchos días así nos esperan? Ojalá. Todo lo que le quitemos de fuego al verano es como todo lo que le quitamos a una deuda pesadísima. Siga, pues, junio en plan Chiquito, torpedo. Y siga «Engañalosa», que es una forma de andar que se agradece en este caso.
antoniogbarbeito@gmail.com