LA ALBERCA

La manada contra «La Manada»

La opinión de mil arquitectas o de dos mil pintores no vale más que la de un juez en un juicio

Momento de la concentración en apoyo de la joven presuntamente violada por «La Manada» EFE
Alberto García Reyes

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De los cinco salvajes que están siendo juzgados por violar en los Sanfermines a una chica de 18 años no hay muchas cosas que decir: son unos miserables que vejan la condición humana, sea cual sea el resultado judicial, porque si no fuesen responsables penales de lo que hicieron, siempre serán culpables morales de una conducta ominosa.

Del límite que separa el acoso sexual del flirteo tampoco hay demasiado que opinar: cuando la otra persona dice no es que no. A partir de ese no, todo es condenable.

Sin embargo, de la reacción social que se ha producido alrededor de este asunto sí hay mucho que reflexionar. Porque el caso de «La Manada», como mediáticamente se ha dado a conocer el quinteto de presuntos violadores, ha evidenciado el peligroso poder del populismo. La decisión del juez de aceptar como prueba un informe encargado por la defensa a un detective en el que supuestamente se probaba que la víctima había estado tomando copas los días posteriores a la agresión ha provocado una situación mucho más comprometida para nuestras estructuras sociales de lo que en principio aparenta. En primer lugar, es fundamental contextualizar los hechos antes de sacar conclusiones. Y en este asunto es clave un dato que parece importar muy poco: el tribunal ha celebrado las vistas a puerta cerrada y ha prohibido que se difundan datos sobre el proceso para proteger la dignidad de la mujer supuestamente violada. Por tanto, todo lo que se está opinando carece de información que sustente los comentarios. Ni podemos debatir sobre la razón por la que el juez aceptó esa prueba, ni podemos prejuzgarlo. Como mucho, podemos emitir nuestras apreciaciones sobre el valor probatorio de un vídeo donde se ve a la víctima reírse el día después del ultraje. Yo tampoco voy a escaquearme de hacerlo: ese documento sólo demuestra la clase de gentuza que está sentada en el banquillo.

Pero la ausencia de información detallada sobre la que opinar no es lo peor en este caso. Lo más grave es la presión contra el juez de lobbys que no tienen ninguna credencial para discutir sus decisiones. Convocar una manifestación para protestar contra la medida del magistrado es legítimo, pero no puede ser nunca un contrapeso útil a la acción de la Justicia. Es completamente falsa la creencia de que la razón la tiene la mayoría. Lo que tiene la mayoría es el poder de decisión en los temas en los que el sistema somete al pueblo a una consulta. Pero en la toma de decisiones especializadas sólo caben los expertos. Manifestarse contra un cirujano que le ha hecho a su paciente una laparoscopia en lugar de a una cirugía abierta es absurdo. Protestar contra un ingeniero que ha puesto vigas de hormigón en vez de acero en un puente es grotesco. Por eso la opinión de mil arquitectas o de dos mil pintores no vale más que la de un juez en un juicio. Y por eso yo huyo de las manadas dirigidas. Cuando unos animales violan a una mujer, confío en la Justicia. Y cuando estoy malo, voy al médico.

La manada contra «La Manada»

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