Love duro

El amor de una madre es compacto, invulnerable, infatigable, sufrido, perseverante, tenaz, intenso y agudo

M.Á.Robles

Es la entrega que roza la renuncia a uno mismo. La enajenación del yo en otros yos. Una multiplicación por dos, por tres o por más de la vida propia. Es empezar a vivir otras vidas, además de la tuya. Sentir otras alegrías que no son tuyas como si lo fueran, incluso más intensamente. Experimentar el dolor de esos otros yos como nunca lo habías experimentado en carne propia. Mirar por otros ojos que no son tuyos y que sin embargo son las nuevas lentes con las que ves el mundo.

Es volver a ser estudiante, volver a enamorarte, volver a tener hijos, volver a trabajar o volver a sentir la frustración de no encontrar trabajo. Aprobar y catear de nuevo, fracasar o triunfar de nuevo. Sentir en la piel de tus otros yos la tristeza, la sorpresa, el estupor, el dolor, la felicidad, la rabia, la inquina, el alborozo, el silencio, el olvido, la decepción, la nostalgia, la esperanza, el amor y la pasión. Motivarse con motivos que no son tuyos. Llorar con lágrimas que tú no derramas, y reír con risas que no salen de tu boca.

Es una cosa muy bestia, y puede doler a la vista de una sociedad educada en un intenso egoísmo, en el vicioso onanismo de las emociones propias: cómo me siento, cómo puedo ser feliz, cómo puedo realizarme, cómo puedo encontrarme a mí mismo, cómo puedo pensar en mí más de lo que pienso. Hablamos por tanto de la antítesis del individualismo y el narcisismo: de un amor que da sin la pretensión de recibir , un préstamo a fondo perdido, una donación en vida, sin impuestos ni contrapartida de ningún tipo, yo te doy y lo hago porque quiero, sin esperar nada a cambio, porque mi satisfacción, mi realización y mi felicidad es quererte, porque me encuentro en el encuentro contigo. Y en esa comunión quiero vivir mi vida.

Es tan duro ese amor que es reunión y presencia, pero también separación y ausencia: implica alejarse y dar un paso atrás. Ser y dejar ser. Estar cuando te necesitan y distanciarse cuando toca. Mirándolo bien, es radicalmente injusto, pero así lo lleva siendo desde principios de los tiempos y así lo será siempre. Profundamente asimétrico. La persona que ama duramente no lleva cuentas y, si las lleva, es tan frágil de memoria, que las olvida; y si no las olvida, es tan endeble su resentimiento que un mínimo gesto lo arranca, y a veces ni siquiera un gesto: la enfermedad, la tristeza o la simple necesidad del otro basta para disolver cualquier distancia. Es el tipo de amor que responde siempre, incluso sin ser avisado, y es el primero en bajar a las trincheras, el primero en presentarse a filas para combatir el dolor o el padecimiento del otro, el primero en decir aquí estoy yo y paradójicamente el primero en alejarse, el primero en ocultarse en la sombra, el primero en dejar sitio.

No. No es un amor entre iguales y basado en la reciprocidad, como debe ser inequívocamente el de dos que se aman. El cariño de la pareja cuaja y se fortalece en la convivencia . Este otro amor del que hablo sobrevive a la ruptura e incluso la desea. Promueve el desprendimiento, la marcha, la separación, la distancia. Desea que la persona amada se vaya, sea autónoma y lleve su propia vida. Y sobre todas las cosas anhela con toda su alma que le sobreviva, que continúe siendo feliz cuando ya no esté allí para seguir amándola. Si acaso, aspira a un recuerdo agradecido, pero nada más. Porque su mayor vocación es educar a la persona amada, hacerla admirable y admirada. Y su único premio, sentirse orgulloso.

Ese amor duro da sin pedir nada a cambio pero, al tiempo, es exigente con la persona amada. Protege sin sobreproteger , y a toda costa evita que la persona amada se haga egoísta. De modo que lejos de dar rienda suelta a su pasión por aquel a quien ama, la reprime, manteniendo el equilibro entre el impulso natural de concederlo todo y el deseo más imperioso aún de evitar que se acostumbre a tenerlo todo. Ama sin condiciones pero educa sin concesiones, no malcría, no engendra monstruos, no duda en aguantar las rabietas o el mal humor de la persona amada, ni en castigar ni en decir no. Y es duro también en ese sentido: porque, aunque no le gusta, a veces se ve obligado a ser rugoso, severo, inflexible… porque es generoso en todo lo que de verdad importa y austero en todo lo que no. Porque contraría y no siempre concede la razón.

Pero sobre todo ese amor del que hablo es duro, porque es compacto como una roca; porque es invulnerable como los galos de Asterix; porque es infatigable como un corredor de fondo; porque es sufrido como un ciclista de montaña; porque es perseverante y tenaz como un opositor de notarías; y porque es intenso y agudo hasta doler. Es duro porque le valen todos esos epítetos que he citado y que son exactamente como el amor de una madre: compacto, invulnerable, infatigable, sufrido, perseverante, tenaz, intenso y agudo…

El #loveduro es #amordemadre . Y si estás de acuerdo, ya estás tardando en decírselo a la tuya y en darle las gracias, hoy que es el Día de la Madre, y todos los días de su vida. Por mucho que se lo digas, por mucho que se lo digamos, nunca será suficiente para hacerles justicia.

Love duro

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