Manuel Contreras

Letras que importan

Sánchez hace guiños ideológicos, pero el Parlamento ya no se divide entre izquierdas y derechas, sino entre prosistemas y antisistemas

MANUEL CONTRERAS

DICEN que en estas elecciones ha muerto el bipartidismo, pero lo que ha fenecido en el parlamentarismo español ha sido más bien la clásica división parlamentaria entre izquierda y derecha. La división esencial en el espectro político no se traza ya en función de argumentos ideológicos, sino de una cuestión mucho más primaria: estar con o contra el sistema, entendiendo por sistema el conjunto de normas esenciales que han regido al país durante los últimos cuarenta años.

En el Congreso se advierten dos grupos definidos con bastante nitidez. Por un lado, los partidos constitucionalistas, partidarios de mantener el actual modelo de nación: una monarquía parlamentaria organizada administrativamente entorno a autonomías que se rigen por criterios de equilibrio interterritorial. En este grupo se sitúan claramente el PP, Ciudadanos y Coalición Canaria; se supone que también el PSOE y quizás el PNV. En el otro bando parlamentario se ubican las formaciones que defienden abiertamente la supresión de este modelo: derrocamiento de la monarquía y reconocimiento del derecho de autodeterminación a aquellas autonomías que quieran dejar de ser españolas. En este flanco aparecen sin duda Podemos, ERC, DiL y Bildu, y se supone que IU.

En esta delicada coyuntura, el papel del PSOE es absolutamente fundamental. Sin contar con los socialistas, el primer grupo representa una amplia mayoría respecto al segundo (170 diputados frente a 90). Contando con que el PSOE permanezca donde se ha situado históricamente, la mayoría constitucionalista es abrumadora (260 frente a 90). Pero la deriva izquierdista con Zapatero difuminó el sitio del PSOE. Pedro Sánchez coquetea con la opción de ser presidente con Podemos; si traspasa la línea roja, el bloque reformista sería mayoritario (170 frente a 180 diputados).

Lo que España se plantea en las próximas semanas no es un debate ideológico, sino su superviviencia tal y como la conocemos. En esta tesitura, las divergencias entre la izquierda y la derecha —que en una sociedad moderna y democrática, con derechos sociales consolidados, se han reducido considerablemente— quedan en un segundo plano. Es fundamental que en este momento histórico los líderes del PP y del PSOE valoren lo que les une, que es mucho más vital que lo que les separa, y muestren la madurez política que la nación exige.

Los resultados electorales han querido que la persona clave en esta encrucijada sea Pedro Sánchez, un dirigente que hace año y medio no figuraba ni en la Ejecutiva ni en el Comité Federal del PSOE y hoy tiene en sus manos el futuro del país. Por ahora Sánchez sigue haciendo guiños ideológicos, amagando con aproximarse a Podemos con criterios estrictamente electoralistas. Es lógico que quiera buscar votos para las siglas socialistas, pero debería entender que en este momento las únicas letras que importan son las que componen la palabra España.

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