Kerala

Las monjitas de Santa Paula se sorprenden de que una tragedia en su país de origen pase inadvertida aquí

Javier Rubio

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En la Facultad de Ciencias de la Información nos enseñaban la teoría del muerto kilométrico para explicar por qué un incendio en una discoteca de la isla de la Cartuja, aun sin víctimas, se lleva más espacio informativo que doscientos muertos en las más devastadoras inundaciones en un siglo en el estadio indio de Kerala. Están muy lejos, viene a ser la principal conclusión de esa descarnada teoría. Inapelable argumento, por otro lado. Pero en el decálogo de Warren se cuela la proximidad emocional como factor que contradice la teoría del muerto kilométrico y ésta es justamente la que acaba de aflorar con las monjas jerónimas de Santa Paula, sinceramente preocupadas por lo que sucede en sus pueblos natales de los que vinieron a encerrarse en el convento del que Sevilla se sienta más orgullosa, a la vez que ingenuamente extrañadas de que la noticia de esas riadas con millones de damnificados no hayan merecido prácticamente ninguna atención en Prensa. ¡Bendita ingenuidad monjil!

Los telediarios españoles -en mucha mayor proporción que los periódicos escritos- hace tiempo que se convirtieron en una sucesión de reportajitos locales infladas a la categoría de noticia nacional sustentados en vídeos que circulan por las redes sociales: peleas de borrachos, agresiones de malvivir, atracos captados por cámaras de seguridad, accidentes desde todos los ángulos posibles y cosas por el estilo, todas muy llamativas pero perfectamente prescindibles para hacerse una cabal idea del mundo en que vivimos. La información internacional, costosísima de conseguir por medios propios, queda relegada así a unos minutitos de vídeos de agencia con el último resbalón de Trump o el baile de la primera ministra británica. Todo de lo más ridículo por chocante, pero inservible para manejarse en la aldea global que pronosticaba McLuhan: pensábamos que el acento estaría en global y resultaba que estaba en aldea.

Las monjitas de Santa Paula se sorprenden de que una tragedia en su país de origen pase inadvertida aquí en España. Nada extraordinario, por otro lado. Los más de cuatrocientos muertos de la represión de Ortega en la atribulada Nicaragua, la guerra civil de Yemen o la diáspora venezolana han corrido idéntica suerte que la catástrofe natural de la India: en general, no interesan más allá de la espectacularidad de sus imágenes.

Lo verdaderamente sorprendente es que este periódico, gracias a la perspicacia de Pedro Ybarra para perseguir noticias humanas, se haya fijado en el drama de Kerala y lo hayan sacado a la luz en Sevilla. En tantos aspectos, las monjas de esos conventos por cuyos tesoros mostramos tanta preocupación es como si vivieran todas permanentemente en Kerala, de lo lejos que las contemplamos.

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