Tribuna abierta
En comunión con el sucesor de Pedro
El Papa Francisco nos recomendó vivamente que seamos muy humanos y cercanos

TodavÍa recuerdo con profunda emoción los momentos más significativos de la reciente Visita ad Limina que hemos realizado los obispos de las provincias eclesiásticas de Sevilla, Granada y Mérida-Badajoz, entre los días 17 y 23 de enero. Fue, ante todo, una peregrinación de los ... obispos a Roma en la que visitamos las tumbas de los Apóstoles san Pedro y san Pablo, tuvimos un encuentro con el Sucesor de Pedro y presentamos un informe de nuestras respectivas diócesis. Su objetivo principal es visibilizar la unidad, la comunión de los sucesores de los Apóstoles con el sucesor de Pedro y, en consecuencia, de las Iglesias locales con la Iglesia primada de Roma. También se visitan los diferentes organismos de la Curia Romana. Estos encuentros sirven para un mutuo enriquecimiento al compartir nosotros las realidades de nuestras Iglesias locales y ellos aportar una visión más universal, desde las experiencias de todas las Iglesias locales que allí se hacen presentes. La visita a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, la celebración de la Eucaristía, la fe allí profesada, expresan la comunión con la Iglesia apostólica, el encuentro con las dos columnas de la Iglesia naciente que en Roma confesaron su fe y dieron la vida.
Pedro, el pescador de Galilea, elegido por Cristo como la roca sobre la cual construir su Iglesia, es el que deberá confirmar a sus hermanos en la fe y apacentar la grey. Su tumba es el centro simbólico de la fe católica. Pablo fue el instrumento elegido para llevar el Evangelio a los gentiles, y sus cartas no dejan de llevar hacia Cristo a hombres y mujeres de todos los tiempos. Los designios de la providencia los llevaron a ambos a Roma, para sellar su testimonio con la sangre. Pedro fue crucificado cerca de la colina Vaticana; Pablo fue decapitado a las puertas de Roma. El primero, sepultado cerca del lugar del martirio, y el segundo en la vía Ostiense. Ellos nos alientan para permanecer fieles a la vocación cristiana sin acomodarnos a la mentalidad de este mundo, para dejarnos renovar incesantemente por el Evangelio; nos enseñan a mantener viva la vocación cristiana, a conservar nuestro patrimonio espiritual y cultural, a traducir la belleza de la fe que hemos recibido de nuestros mayores en modos concretos de pensamiento y actuación, y nos fortalecen para seguir ofreciendo un mensaje lleno de humanidad y de valores evangélicos. Ellos nos invitan a ser piedras vivas, unidas en torno a Cristo.
El testimonio de amor y de fidelidad de los santos Pedro y Pablo nos fortalece a los pastores de la Iglesia para llevar a los hombres y mujeres de nuestra época a la verdad y al bien, y formarlos en la fe en Cristo. San Pedro, en particular, representa la unidad del colegio apostólico. Se les llama columnas de la Iglesia naciente, testigos insignes de la fe, porque extendieron el reino de Dios y sellaron con sangre su predicación. Su martirio es signo de unidad de la Iglesia. Roma lleva inscrita para siempre en su historia la memoria de la vida y de la muerte gloriosa del humilde Pescador de Galilea y del Apóstol de los gentiles. Ellos iluminan con su enseñanza y con su ejemplo a la Iglesia, presente en todas las partes del mundo, haciendo camino por la fe, la esperanza y la caridad.
El momento culminante de esta Visita ad Limina tuvo lugar el viernes 22, cuando nos recibió el Santo Padre en el Palacio Apostólico y mantuvimos una audiencia que duró tres horas. En tres horas da tiempo para hablar de muchos temas con tranquilidad. Allí pudimos constatar el gran sentido sobrenatural del Papa Francisco en su análisis del presente y del futuro de la Iglesia y de la sociedad, la profundidad de sus enfoques, el modo como sus pensamientos y criterios se fundamentan en la Palabra de Dios. Fue respondiendo a las cuestiones con una gran claridad y precisión en los aspectos doctrinales, y a la vez nos recomendó misericordia ante las personas y las situaciones. Quedó patente su vocación de tender puentes entre los diferentes líderes religiosos del mundo y de trabajar incansablemente por la paz, así como el recuerdo a los cristianos perseguidos. Hablamos de la atención a los pobres y a los inmigrantes, de la pandemia, de los jóvenes, de la colonización cultural ideológica, de la evangelización adaptada a los nuevos medios de comunicación. También quedó manifiesta su lucha contra los abusos y su empeño en la reforma de la Curia Romana, para que se facilite el servicio a las personas y a las diócesis de todo el mundo.
El Papa Francisco resaltó la importancia de vivir cuatro niveles de cercanía. En primer lugar, la cercanía con Dios, es decir, la vida de oración, la vida interior que hemos de alimentar especialmente en estos tiempos difíciles. También la cercanía entre nosotros, para vivir en comunión y colegialidad episcopal. En tercer lugar, la cercanía con los sacerdotes, a los que hay que cuidar y acompañar. Y, finalmente, la cercanía con los fieles, con el pueblo fiel, sin cerrar el corazón a los problemas de la gente, sin perder el sentido del pueblo de Dios. Nos recomendó vivamente que seamos muy humanos y cercanos, y que vivamos nuestro ministerio episcopal con alegría, la alegría profunda y contagiosa que nace de la experiencia del amor de Dios. Gracias Santo Padre.
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