Cardo máximo
La voz inconfundible
De entre todos sus poemarios, me voy al último, al también deslumbrante 'Desaprendizajes'
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La de Caballero Bonald lo era. No sólo la viva voz, con su declamar pausado y su dicción sibilante, sino la poética: ese estilo forjado letra a letra a lo largo de una vida que hace reconocible para el lector el hálito del poeta. Así, ... cada quien puede establecer su itinerario personal sin posibilidad de perderse. Que otros glosen sus méritos y su obra, porque yo sólo quiero hablar del autor que yo he leído. Uno llegó a Caballero Bonald, de joven, por el camino más fácil, todo hay que admitirlo, por 'Dos días de setiembre', esa novela de arrumbadores asolerada como un vino generoso porque se leía con el mismo disfrute que se bebe un fino. Construcción de realismo social, quedó tan atrás en la trayectoria del autor que ya nadie la reseña, no sólo entre sus obras imprescindibles, sino ni siquiera para exhibirla en el escaparate luctuoso de las librerías cuando mañana le cumplan el gorigori acostumbrado en la vitrina donde se muestra al literato finado de cuerpo presente, esto es, en sus libros. Hoy, esa novela de la vendimia jerezana supongo que se leerá como pura arqueología de usos y costumbres hoy del todo olvidados, una reliquia de un tiempo olvidado.
De ahí pasé a 'Ágata, ojo de gato', que es como pasar de la penumbra de andar entre andanas al albor de un día de verano en Sanlúcar: tal fue el deslumbramiento con esa obra que entonces –y supongo que ahora– se me hacía impenetrable, se me escapaba entre las manos y no era capaz de hacerla mía por más que lo intentaba. Si cada libro encierra una vida, la novela de la Argónida abría puertas a una libérrima, un soplo de aire fresco cargado con toda la magia que el poeta había reunido en aquel territorio tan mítico como Macondo o Yoknapatawpha. Fue un descubrimiento: no sólo el territorio mítico de Doñana sino el autor que había sido capaz de plasmarlo negro sobre blanco. Nadie, ni de esta orilla ni de la banda de enfrente, lo ha hecho como él.
'Ágata' me empujó al Caballero Bonald poeta, donde cincelaba esa voz inconfundible que ahora se nos ha quedado muda. Y de entre todos sus poemarios, me voy al último, al también deslumbrante 'Desaprendizajes' que dio a la imprenta frisando los noventa años. Allí estaba rotunda y grave la lucidez de quien se mantiene en pie a pesar de todas las contrariedades, de quien eleva su voz patricia por encima de todas las modas, de quien se alza como una roca en medio de la tempestad. Era tan fascinante acompañarlo en la deconstrucción de su propia creación literaria que acometía con la fuerza indomable de un veinteañero cuando apenas le quedaba tiempo de ser... Te tiene que correr mucha literatura por las venas para plantarte así ante el lector. Te tiene que correr mucha vida por dentro para hacer inconfundible la propia voz poética.
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