Cardo máximo
Arzobispo de colores
Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, por lo que está familiarizado con la Nueva Evangelización que en Sevilla tiene tanto camino por recorrer

Entre la gracieta displicente, pretendidamente jocosa, desplegada en las redes sociales y el ditirambo encomiástico por el video de su predicación en la Macarena en mayo de 2019 tiene que existir un término medio, allí donde se aloja preferentemente la virtud, que reciba al nuevo ... arzobispo con algo más de cuajo colectivo que el que prodigamos a monseñor Asenjo cuando llegó a la sede de San Isidoro y San Leandro. Visto con la perspectiva que da el tiempo, el episodio de las estampitas –una anécdota de la que se quiso hacer categoría– causa un sonrojo difícil de borrar. Esperemos que tan bochornosa bienvenida no se repita a cuenta de su procedencia (Tarrasa), su nascencia (Cuenca) o su formación (Toledo), que cualquiera de los tres hilvanes nos pueden servir para cortarle el traje a monseñor Saiz.
Así que habrá que empezar por eliminar malentendidos. De catalán, nada. Por mucho que haya tenido que tunear el nombre de José Ángel en Josep Àngel para eso que la Iglesia, por algo es católica, ha hecho siempre: inculturarse. Saiz Meneses es un cura toledano, de esa inagotable cantera de pastores para la Iglesia española que fue el pontificado de don Marcelo González en la sede primada. Pero a los recalcitrantes que exigen un obispo del terreno –como si fueran tomates– tampoco esto les hará desistir de sus suspicacias.
Saiz Meneses puede traer a Sevilla algo de lo que la Iglesia hispalense está necesitada: trabajo en equipo. Quienes lo conocen, señalan esa como su cualidad más destacada. Sabe escuchar y rodearse de personas en quien delegar y eso ya es bastante. Sin embargo, hay un rasgo de su carrera todavía más sobresaliente. El nuevo arzobispo de Sevilla es consiliario nacional del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, su máximo responsable ministerial en España, lo que significa que, a la fuerza, está familiarizado con la Nueva Evangelización que en Sevilla tiene tanto camino por recorrer, empezando por dar sitio organizado en la diócesis a nuevas realidades laicales que están surgiendo con fuerza creciente.
No es baladí el fotón que ocupaba la portada de ayer. El prelado, revestido y con manto humeral, dando la bendición con el ostensorio. Después de un arzobispo social como fue Bueno Monreal, de un arzobispo político como lo fue el cardenal Amigo, y de un arzobispo institucional, volcado en organizar y sanar la Iglesia por dentro, como ha sido don Juan José, no está mal que nos toque un arzobispo espiritual, que se empeñe, por encima de cualquier otra cosa, en la salvación de las almas que tiene encomendadas y en propiciar ese encuentro personal con el Cristo resucitado y glorioso que está en el origen de tantas conversiones. Bienvenido sea pues el arzobispo de colores que el Espíritu nos envía.
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