Héroes del silencio
La mayoría callada está hoy pendiente de lo que pase en el PP porque necesita un asidero
Cantaban los Héroes del Silencio que «hay que empezar despacio a deshacer el mundo». Pero a veces dan ganas de reiniciarlo como si fuera un ordenador. Cuando se atasca, lo mejor es desenchufar. Lo malo es que en España es muy difícil desenchufar a tanta gente a estas alturas. Así que aquí solemos optar por enchufar de nuevo. Véase el caso de Luis García Montero, que fue candidato de IU en la Comunidad de Madrid, en el Instituto Cervantes. A este señor lo han encumbrado en la cima de la poesía española, con criterios que en mi opinión son técnicamente muy dudosos, los mismos que quieren borrar de nuestra historia a Pemán, que por lo visto hacía ripios. Porque la calidad en este país depende siempre de la política. El talento puro está distorsionado por los manifiestos. Y todo avanza aquí al ritmo del atávico «ahora nos toca a nosotros» que se oculta tras el supremacismo moral de cierta izquierda.
Por eso la batalla que hoy termina en el PP es tan crucial. Porque no está en juego el futuro de un partido, sino el de un modelo de Estado. En un país donde los revanchismos son las células madre de las relaciones sociales y las distorsiones populistas se despachan envueltas incluso en papel de periódico, como las tuercas en las ferreterías, es clave la consolidación de un mecanismo simétrico de convivencia. La disputa entre Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado no es una mera discusión familiar porque de esa elección no depende sólo el porvenir de la derecha. Está en juego también el de España como lo estuvo cuando el PSOE tuvo que elegir entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. Y mal hará el partido si se ciega en diatribas personalistas para tomar esta decisión. El compromisario que opte por cualquiera de los candidatos pensando sólo en su pan, en su puestecito cuando se gobierne, estará humillando a sus siglas y a su país.
Hay varios millones de españoles con el ojo puesto en el congreso de hoy porque están a la espera de saber si aún pueden conservar alguna esperanza frente a amenazas tan alarmantes como la sedición catalana o el frente populista que promulga el bolivarismo. La mayoría callada que vive ajena a la manipulación zafia de las redes sociales y de algunos medios de comunicación y que siente asco, rabia y vergüenza ante lo que ocurre en los paraísos de Podemos -de Venezuela a Nicaragua- necesita un asidero. Y aunque hay que empezar despacio a deshacer el mundo, es urgente no equivocarse. Los héroes del silencio en España son quienes están aguantando los manoseos del aparato propagandístico de la izquierda radical sin abrir la boca. Son muchos más que la legión de voceros que trata de imponer sus consignas a cacerolazos. Por eso la bravata populista exige un adversario rotundo, nuevo, moderno y esperanzador que catalice las frustraciones de la mayoría y las cure sin complejos. Que nadie subestime este proceso. El PP está en su mayor encrucijada histórica: renovarse de verdad o morir. Y España está de fondo tarareándole el estribillo de Bunbury, que es mucho mejor poeta que García Montero: «Yo no tengo la culpa de verte caer».