Glorieta Luis Navarro

Luis Navarro tiene suglorieta frente al Archivo de Indias, por méritos propios

El americanista Luis Navarro ABC
Felix Machuca

Esta funcionalidad es sólo para registrados

En vivo y en directo. Rodeado por tu señora, tus hijos, tus nietos, los discípulos y amigos. Pudiendo saborear y paladear un momento tan especial como es el que le den tu nombre a una glorieta. A una glorieta situada a la entrada de la que ha sido su casa de estudios e investigación durante toda una vida. En Indias. En esa glorieta donde crece el magnolio americano y el Júpiter de la China, donde las cotorras criollas han colonizado un espacio indiano como no podía ser de otra forma. Esa glorieta lleva su nombre. Que no es un nombre cualquiera. Es el santo y seña de un americanista tan grande como aquel continente: sabio por conocimiento, grande por humildad, sensato por prudencia. E instructivo como su obra más consagrada, la que muchos de sus discípulos colocan en la cúspide de su ingente obra escrita: la vida de José de Gálvez. El patriarca del clan de los Gálvez, malagueño de Macharaviaya, al que un obispo malacitano le descubrió talento más que sobrado para cultivarlo en leyes y no para que el muchacho cultivara melones en el campo. Lo que quieras saber de José de Gálvez, o de Sonora y Sinaloa, de la guerra con los apaches, de los movimientos pre insurgentes de Cuba, todo ese umbral dieciochesco, que huele a polvo de tabaco y peina rizos postizos en las pelucas borbónicas de la Ilustración, están en sus investigaciones y escritos. Están, para los restos, en la memoria histórica de los papeles de un tiempo que sigue ordenado y documentado en el Archivo de Indias.

Y ahí, en esa placita, por la que cruzan a diario muchos investigadores para pasar a sala y quemarse las pestañas con documentos que hablan de viajeros a Indias, de naufragios remotos, de pleitos por lindes, de minas inagotables, de plantas salvadoras, de maderas nobles, de animales ignotos, de aventuras equinocciales, de conquistas imposibles, de esclavismo, de alzamientos indígenas, de tiranías de encomenderos; ahí, en esa placita, su nombre ya tomó posesión de un territorio intercontinental, que une dos orillas, donde desembarcó, por obra y gracia de un Ayuntamiento en pleno, la posesión nominal del territorio por reconocimiento a su labor universitaria. Cuando Juan Espadas se luce se dice y no pasa nada. Como también se dice y se cuenta cuando su secretario general se convierte en bucanero político para asaltar el poder como un pirata caribeño. Pero ese tema no cabe aquí. Tiene otra calle… A don Luis Navarro le han dado lo que se ha ganado en todo este tiempo de investigación, trabajo y dedicación. Alguna vez les he hablado de la famosa brigada Navarro. Lo que tal vez no les he contado es que su despacho siempre estaba abierto a la consulta. Llamara quien llamara a su puerta. Allí estaba el docente para darle luz al que en ese momento no lograba salir de la oscuridad. Y la mayoría salía la mar de bien iluminados.

Tuvo siempre tan claro que Indias era uno de los pasos imprescindibles en el curso de honor de un americanista que, a partir de tercero de carrera, creo recordar, comenzaban a enviar a los alumnos al Archivo, para que se fueran familiarizando con las herramientas de la investigación y la búsqueda del dato. Fueron famosos sus exámenes de localización geográfica, al menos allá por los finales de los setenta, donde exigía para caminar hacia el mérito, que sus discípulos supieran situar en el mapa un río, una comarca, una cordillera o un puerto del gran territorio americano. Por nimio que fuera. No era fácil salir de tamaña exigencia. Para muchos tan inaccesible como determinadas pruebas de la carrera espacial. Ahora, el que pasaba el examen podía decir que sabía de América más que la Casa de la Contratación y sus cartógrafos. Luis Navarro tiene su glorieta en vida, frente al Archivo y sin que nadie torciera voluntad alguna para que se la dieran. Es suya por méritos propios. Y a mí estos reconocimientos al saber, a la ciencia y a la meritocracia, me llevan del cardo borriquero hispalense a la flor de la magnolia que ya perfuman la glorieta de don Luis Navarro. Dicen que han visto a José de Gálvez leer con delectación el nombre de la placita, su segundo padre…

Glorieta Luis Navarro

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación