Galletas por pañales
No se están cambiando niños por perros pero sí que lo que muchos buscan son relaciones perrunas
Una visita al supermercado no tiene nada de apasionante. Pero si han cambiado los productos de estanterías y las baldas de calle y hasta los mismos carriles por los que circular, entonces la cosa resulta, cuanto menos, interesante. Y da para que se enreden algunas cerezas del pensamiento con echar un vistazo a la nueva ordenación de los estantes. A servidor le ha pasado. En un extravío, acabé en una calle extraña donde se alineaban en perfecto orden los potitos infantiles, las colonias de bebé, los pañales de celulosa y, a continuación, los grandes sacos de pienso para perros y demás chucherías asociadas a la tenencia de animales de compañía. Desconozco si tal alineación es provisional, derivada de algunos cambios todavía pendientes, o constituye una declaración de principios como en realidad me pareció. Porque en mi subconsciente se alinearon de igual modo los niños y los animales domésticos. Los paquetones de pañales y de galletitas para perros estaban proclamando —sin decir palabra— «bienvenido a la calle de las mascotas». Ya sé que es injusto, pero uno no es responsable de las vueltas que da la mente. En realidad, el encargado de la tienda o sus superiores jerárquicos jamás habrán pensado en equiparar el cuidado de un hijo con el de un cahorrito, por muy mono que éste parezca, pero tal es el mensaje que asociamos en nuestra cabeza.
Tal vez hable desde el prejuicio porque tengo dos hijas maravillosas pero nunca hemos tenido animales de compañía en casa y desconozco por completo el afecto sincero que pueden llegar a producir en casa un perro o un gato. Pero no deja de maravillarme el extraordinario «boom» de las mascotas en la ciudad como refugio de un cariño incondicional mientras la tasa de natalidad sigue contrayéndoseaño tras año. No digo que la sociedad esté cambiando niños por perros, pero sí que lo que muchos de nuestros vecinos buscan son relaciones perrunas en el sentido más amplio del término y no necesariamente despectivo.
Los niños crecen y, conforme se hacen mayores, desarrollan sus argumentos y se vuelven respondones o se tornan ariscos hasta que dejan la adolescencia. Las parejas vienen de serie con opiniones propias y actitudes irreductibles, pero los perros son fieles y sumisos a la voz de su amo. No objetan, no se plantan, no discuten, no porfían y muestran cariño sin desmayo. Además, salen a cuenta porque gastan menos. Todo parecen ventajas entonces en favor de los animales. El que se le ocurrió juntar en el mismo estante los cuidados a los bebés y a las mascotas no sabía que estaba componiendo, aun sin pretenderlo, un descarnado retrato de época.