TRAMPANTOJOS
La furia del mediterráneo
El mar mitológico de antiguas batallas es ahora una bañera caliente, un paraíso sucio y derrotado

El mar mitológico está enfurecido. Arde a casi treinta grados como una bañera caliente llena de medusas viscosas. Ya no huele a salitre y tiene enredada la melena de sus algas. El Mediterráneo es la postal del verano, pero es un paraíso sucio y derrotado. Y en su fondo observan los ojos vacíos de los que no pudieron llegar a la costa.
No quedan faros en sus litorales. Es un mar ciego que olvidó las naumaquias de los viejos dioses. Y Poseidón lanza su ira contra las arenas porque no reconoce el color de su mare nostrum. El mar fenicio, cartaginés, griego, romano perdió las brújulas de la Historia y ahora es un charco contaminado. Ulises nunca llegaría a Ítaca porque perdería el rumbo de un mar que ya no es mar.
Sus aguas nunca fueron inocentes. Desde el origen de los tiempos se tiñó de sangre y mil batallas se reflejaron en su superficie. Siempre sorprende pensar que la madera de los barcos hundidos de guerras antiguas sirvió para fabricar los muebles de los que vivían en las orillas. El mar sonaba en las mesas, las despensas, los cabeceros de las camas y los armarios en los que alguien guardaba caracolas para recordar las mareas de la vida.
El Mediterráneo está lleno de historias, pero nadie las escucha. Sólo es un fondo hermoso, apacible, amable y refrescante que queda un poco más allá de la sombrilla. Una foto enmarcada para subir a la red y recibir el aplauso virtual y vacío. Pero ¿quién puede evitar las olas oscuras? Arriban las pateras con los argonautas del Tercer Mundo. La tragedia que saldrá en las fotografías de los bañistas que de pronto se han visto dentro de una película. Porque eso que ocurre en las tinieblas del Mediterráneo parece una ficción pavorosa que viene de un mundo lejano. ¿Para qué pensar en las estadísticas de muertos que amargan la alegría del verano?
Llegan inmigrantes a las playas con horario casi riguroso, con la puntualidad de las mareas. Desprendiéndose de la pesadilla que acaban de vivir sin pensar en las que le quedan por sufrir. Saben que en el fondo de este Mediterráneo cruel se hundieron otros. Aún yacen allí. Sin nombre. Formando parte de la herrumbre de olvidados barcos heridos.
Ya no se escuchan las olas porque atrona el ruido de la gente y las discotecas con pistas de baile que terminan en la orilla. ¿Dónde empieza el mar y termina la confusión? Es curioso que ahora unos investigadores estén analizando el sonido del Mediterráneo. ¿Cómo serán sus mapas de ruido? ¿Quedará el sonido de antiguas tempestades? ¿Y de las maderas de barcos que crujen en sus viejos pecios? ¿O será que para este mar sólo queda un inquietante silencio de muertos?