Andalucía, de cine
A mí la Legión
«El Gobierno (y las taifas regionales) terminan asumiendo un fracaso: el de una atención primaria cuyo refuerzo se viene prometiendo de toda la vida de Dios y que ahora, saturada y quemada otra vez, no puede sino gritar desesperada»

Fue en el año 2014. Recién nombrado secretario general de un PSOE en tremenda crisis, Pedro Sánchez dijo en una entrevista que sobraba el ministerio de Defensa. «Falta más presupuesto contra la pobreza, la violencia de género… Y sobra el ministerio de Defensa», fueron sus ... palabras exactas.
Siete años después de aquellas palabras y tres y medio más tarde de que tuviéramos la inmensa suerte de que ganara la moción de censura con la que empezó a gobernarnos, la única medida inteligente anunciada por Sánchez para luchar contra esta inopinada sexta ola del el coronavirus ha sido echarse en manos del Ejército. Otra vez.
Ha sido bonito, es verdad, que el presidente haya sido capaz de concitar un consenso tan tremendo en contra con la recuperación de la mascarilla obligatoria en exteriores, aunque el personaje más cercano diste de usted 20 metros. En su afán por tapar la boca de la ciudadanía, Sánchez se ha revelado único. Pero seamos justos y recordemos que otros presidentes autonómicos, como el andaluz Juanma Moreno, también venían pidiendo una medida que hace reír a la comunidad científica.
Más justicieramente poético ha sido que de nuevo Pedro Sánchez haya tenido que recurrir a los soldaditos a los que hace un tiempo su pastoril ideología quería dejar en el paro. Miembros de las Fuerzas Armadas colaborarán con las comunidades autónomas en labores de rastreo y vacunación para ver si acabamos de una vez con esto. En Almería ya se ha activado para ello la Brigada Rey Alfonso XIII de la Legión.
En otras crisis, como la de la frontera de Ceuta, y siempre en catástrofes —incendios, inundaciones y volcanes cabreados—, Sánchez no ha dudado (y ha hecho bien) en acudir a estos funcionarios públicos: los que mejor resultado terminan dando y además de la forma más callada. Sin un reproche. Peor es que en esta ocasión, además de comerse sus palabras, el Gobierno (y las taifas regionales) terminan asumiendo un fracaso: el de una atención primaria cuyo refuerzo se viene prometiendo de toda la vida de Dios y que ahora, saturada y quemada otra vez, no puede sino gritar desesperada. A mí la Legión.
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