Andalucía, de cine
Un abrazo
«Últimamente, se habla mucho de la batalla cultural. En esa razonable contienda, la peor de las estrategias será la que guíen la inmundicia y la indecencia»

Conozco gente mejor y peor en todos los partidos políticos. En cualquiera. Del uno al otro extremo. Con cargo institucional, orgánico o ambos. En instituciones locales, regionales, nacionales y europeas. En todas las formaciones hay gente lista y muy lista. Y también los hay tontos ... y requetetontos. Se trata de representar a a la sociedad, y a veces bien que se empeñan. Trabajar en esto de juntar letras y 'gozar' del privilegio, o no tanto, de tener acceso directo al paño otorga una visión muy cercana de quienes te representan. A menudo genera frustraciones. Pero también sorpresas positivas.
Como en cualquier otra organización, en esto de la política hay gente mala. De maldad. Pero créanme. Tampoco son tantos. Los filtros internos, no siempre operativos cuando se trata de evitar el ascenso de los incapaces, sí suelen hacer aquí bien su trabajo. Lo malo vende poco. Y más en la época de la dictadura de lo políticamente correcto.
El problema es que hay veces en las que algunos se abrazan a la maldad en esa necesidad de huir de esa convención por la cual ahora todo el mundo tiene que pensar lo mismo de todo. Y el problema, doble, es cuando se trata de todo el colectivo quien así lo hace. Y es todo un partido el que hace suyo un relato que sólo puede proceder no ya de la maldad sino de la peor de las miserias humanas. En cascada, tal y como están los tiempos en que hay mucha gente que no se pregunta demasiadas cosas y compra sin más eslóganes y pensamientos facilones, ahí tenemos a las redes sociales ardiendo contra una cooperante que da un abrazo a un pobre inmigrante o contra un guardia civil por salvar de morir ahogado a un bebé, espuria y deshumanizada munición de una estúpida guerra diplomática entre dos países.
Últimamente, se habla mucho de la batalla cultural. Y se critica, con mucha razón, la pretendida superioridad moral de quien no lo merece. En esa razonable contienda, la peor de las estrategias será la que guíen la inmundicia y la indecencia. Siempre preferiremos un abrazo al escupitajo.
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