Pásalo
El realismo mágico de Pelayo Quintero
Suya fue la genial visión de una Cádiz de fundación púnica
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En algún momento de su esplendoroso pasado púnico, en la barriga de un barco cananeo, donde los gatos egipcios velaban por la integridad de las mercancías limpiando el espacio de ratas y ratones, venía un equipo completo de material quirúrgico y un escarabeo con el ... dios de la medicina Imhotep. Todo procedía de la gran potencia mediterránea de aquel momento: la civilización nilótica de los faraones. Cuya excelencia en medicina trascendía al igual que su influjo religioso, económico y científico. El barco cananeo, tras adentrarse por el canal de Ponce, buscó un lugar donde poder atracar en Gadir, dividida en tres islas, que según me cuenta el arqueólogo Manuel Parodi, es de las primeras de occidente en hacer vida urbana. Gadir, la ciudad trimilenaria, fundada ochenta años después de la guerra de Troya, en la estirpe homérica de las fundaciones mitológicas, está hoy bajo los cimientos de la Cádiz de Kichi y de la Gades de los Balbos. Y uno de los primeros arqueólogos en intuir su pasado púnico fue Pelayo Quintero. Las excavaciones de la casa del Obispo, el yacimiento de Gadir, las revelaciones de la calle Ancha, nos llevan de la mano al tiempo donde ese barco cananeo entraba con su equipo médico y el escarabeo de Imhotep para ponerlo en manos, quizás, de un médico gaditano. Y Pelayo Quintero fue uno de los primeros, quizás el primero si obviamos las referencias geográficas de los clásicos, en proclamarlo.
Nos maravilla la Cádiz púnica, la que es capaz de dominar el Atlántico occidental hasta convertirlo en el llamado Oceanus Gaditanus, cuyos marineros conocen las rutas del ámbar y el estaño viajando hacia el norte, concretamente hasta esas islas que hoy sufren el Brexit de un bárbaro con nombre de cosaco. Y le son también muy familiares las rutas atlánticas del sur, las africanas, que los llevarían de seguro mucho más lejos que donde llegó la expedición del faraón Necao, protagonizada por marinos fenicios y financiadas por el oro nubio del tesoro egipcio. Además de las factorías industriales vinculadas a la salazón les puedo asegurar que la peligrosa y osada pesca ballenera no le fue en absoluto ajena. Pelayo Quintero, hombre del siglo XIX y del primer tercio del XX, es el padre de la arqueología moderna gaditana y norteafricana, en cuya colección de piezas propias que luego donaría al Estado, encontramos caretas negroides, biberones zoomorfos púnicos, orfebrería orientalizante y, cómo no, su alucinante episodio de vivir durante años sobre el sarcófago femenino púnico sin llegar a saberlo. Puro realismo mágico gadirita.
Manuel Parodi le rinde tributo, reconocimiento y memoria a un hombre francamente singular. Filomasón, monárquico, antifranquista, librepensador y, sobre todo, un arqueólogo que nos comenzó a explicar cómo fue la Gadir de aquel barco cananeo con material clínico y el escarabeo de Imhotep que alguna vez llegaría a su puerto. Esta tarde a las siete en el Ateneo presentará su libro en Sevilla. Y nos desvelará misterios de su vida y de su trabajo, además de arrojar luz sobre aquella Gadir enterrada por el hormigón y el tiempo que hablaba una de las lenguas bíblicas.
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