Pásalo
El polígono de Julio Cesar
Es una pena que nadie se acuerde de la cripta del Alcázar para tanto como hay que enseñar al ciudadano

Si la Historia tuviera visillos y descorriéndolos con curiosidad nos dejara asomarnos a la Hispalis de Julio César, por ejemplo, veríamos la estampa de su puerto tan agitada y colorista como la fantasía menos tímida pudiera pintarla. Descorramos ese visillo y veamos cómo, a la ... altura de la Avenida de Roma, el polígono Store de la época, era más multiusos que el de ahora, concentrando una densa variedad de actividades. Un polígono industrial moderno rara vez va más allá de combinar su actividad básica con la de los servicios de bares y restaurantes que alegran las pajarillas de los trabajadores que lo animan. El polígono del puerto de Hispalis era un abigarrado hormiguero sin límites de usos donde se levantaban edificios de sillares tan potentes como los edificios del puerto de Nápoles. Y así, la arqueología más reciente, nos lo describe con almacenes de doble planta, conviviendo con tabernas al aire libre o en soportales como las que vemos en Pompeya, puestos de hirviente aceite verde donde localizamos la protofreidurías de pescado del Arenal, viviendas familiares, templos a Mercurio y a Isis, marineros de lenguas ignotas y, a la altura de donde hoy está la Giralda, una especie de ensenada donde su ubicaban los diques para los mercantes que habían de llevar a Roma y a otros puntos del Mediterráneo lo que la Bética producía. Miles de ánforas tendidas al sol esperarían ser embarcadas, repletas de aceite, vino para los legionarios y garum para los paladares más exigentes de la capital del mundo.
Entre la calle San Fernando, la avenida de Roma, el Cristina, el Alcázar y la Plaza Virgen de los Reyes, ese polígono industrial de la vieja Hispalis le daba a la ciudad su razón de ser. Con los Flavios se pavimentó como Itálica. Reflejando la importancia de su poder y prestigio. Y no me resisto a verlo engalanado con guirnaldas, banderolas, procesiones y sacrificios en honor de la Gran Maga cuando en Marzo se hacía procesionar a Isis hasta el río, para después llevarla, en una embarcación de marcado estilo faraónico, aguas abajo, dando por inaugurado el ciclo marítimo.
No resulta punible fantasear con las posibilidades vinateras, juerguistas y prostibularias de aquel polígono extramuros. Soldados, marineros, borrachines y rijosos mercaderes compartían el espacio más abierto y el sexo mercenario hispalense. Tampoco descarten el eterno conspirador que, tras tres buenos tragos de vino con miel, clamara contra la inutilidad de los duunviros que, en pleno mes de agosto, aún no había entoldado el cardo máximo de la ciudad. Todo esto y mucho más han presentado los arqueólogos Miguel Angel Tabales y Enrique García Vargas en un artículo sobre las excavaciones del puerto en la revista «Archivo Español de Arqueología». Es una pena que tantas horas de reflexión e investigación se queden en la literatura científica y no lleguen a la ciudadanía. Hay una fórmula magnífica para hacerlo. Acordarse de que tenemos una cripta en el Alcázar a la espera de darle contenido para que los ciudadanos podamos descorrer el visillo de nuestra historia y contemplar cómo fue aquel polígono Store que inauguró Julio César…
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete