PÁSALO
Frijoles a la romana
El Vaticano estaba convencido de que bien valía la misa mexicana
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Que el Papa Bergoglio pida perdón por lo que considera pecados que no contribuyeron a la evangelización de Nueva España (la actual México) entra absolutamente dentro de su ámbito jurisdiccional. Es materia eclesial. Y se refiere a los excesos que la Iglesia alentara, prodigara, instigara, ... colaborara y multiplicara en su colaboración con el brazo político de la Corona castellana. Está en su perfecto derecho. Como si le da por acordarse y pedir perdón por las barbaridades que hay detrás de la Banca Vaticana o de las relaciones chirriantes con algunas redes terminales del submundo napolitano. Bergoglio es un Papa distinto. De estos tiempos. Donde estás obligado a pedir perdón por todo lo que todo el mundo ha hecho cuando ha sido, alguna vez en su historia, potencia mundial. Solo que en ese juicio universal da la sensación de que siempre se condena al mismo reo. Tenochtitlán fue un campo de exterminio para muchas tribus mesoamericanas sometidas a su implacable dominio imperial. La obsidiana filosa de los cuchillos de los sacerdotes aztecas abría el pecho de los oferentes a la fuerza para entregarles, por ejemplo, al dios de la lluvia su corazón palpitante. ¿Nadie, durante la celebración de los doscientos años de la independencia de la gran nación mexicana, se va a acordar de los masacrados totonacas y tlaxcaltecas por la implacable mano del señor de Tenochtitlán, a quien tanto admira López Obrador?
En Tenochtitlán se celebraron fiestas donde se sacrificaban, anualmente, más de veinte mil prisioneros de guerra. Ingla Clendinnen, historiadora australiana, ha llegado a lamentar con humor e ironía que dolerse por la desaparición del imperio azteca es más o menos como sentir pesar por la derrota de los nazis en la II Gran Guerra. A los animales los tratamos como Walt Disney. A la historia como el cuento de Garbancito. Si a Bergoglio hay que reprocharle algo por sus palabras es su presentismo. Que haya pedido perdón por situaciones dolorosas que pasaron hace quinientos años, con los ojos e ideas de hoy. Ayuso ha criticado las palabras del Papa tropezándose con el alto tacón de su ardor guerrillero. Bergoglio ha criticado lo que hizo la Iglesia, no lo que pudo hacer España, que seguro fue mucho más lo bueno que lo malo, en comparación, por ejemplo, con lo que hizo el vecino del norte. Ese perdón que Francisco implora para que le sea indultado a la Iglesia lo que hiciera hace medio milenio, sería más sincero si lo dirigiera a algunos de los cargos orgánicos que la rigen y la mandan, tan públicos y notorios que desconcierta su perseverante presencia.
México es el segundo país del mundo con más católicos entre su población, sincretismos aparte. Un patrimonio que bien vale unas palabras, unos frijoles a la romana, que enardezcan el nacionalismo mexicano construido, como el de toda Hispanoamérica, frente al enemigo español. De ahora en adelante todo será más fluido entre el populismo de López Obrador y el Vaticano, convencido como está que México bien valía esta clase de misa…
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