PÁSALO
El áureo cordobés
El áureo cordobés es mucho más que una hermosa moneda de oro
La dorada suavidad de su tacto nunca calentó las manos de un pobre granjero ni las de un zapatero de humildes sandalias. Pese a que no fue una moneda reservada, tampoco se le escapaba al romano del siglo primero, durante el principado de Octaviano, nombrado ... Augusto por el Senado tras sus campañas en Oriente y en Egipto, que ese oro procedente de las rapiñas en Partia y las tierras del Nilo, no era frecuente en las barras de las tabernas de Itálica ni en los lupanares de Pompeya. Salvo que algún aristócrata tuviera gustos insaciables y pagara de su bolsa las trece juergas que un alto cargo de la Junta pagó con el dinero de todos en Don Ángelo con una tarjeta black. Ande yo caliente y que pague la Faffe… Los áureos era tan valiosos que cuando Roma pasa del ladrillo al mármol, acomete las grandes obras públicas por todo el imperio y a las legiones hay que tenerlas con la moral alta y el pago puntual, intensifica su circulación. Quizás por su abundancia y por el valor intrínseco del llamado metal de los dioses, sin descartar el prestigio y la confianza monetaria que despertaba en las transacciones imperiales. El áureo cordobés que ha comprado el Estado es mucho más que una moneda de oro. Es la fiel expresión del poder y la gloria de una Roma que se disponía, con el gran Octaviano al frente, a escribir sus grandes páginas imperiales.
Fue, pues, moneda de aristócratas, oficinas imperiales y banqueros, cuyo acceso a las clases populares sería tan dificultosa como para un mileurista de hoy contar con tres billetes de quinientos euros en su cartera. Si han tenido la curiosidad de ver el áureo aparecido en Córdoba salta a la vista la calidad de su factura, el esmero que el grabador empleó en perfilar la cabeza de Augusto y el templo de Marte que, en el reverso, tiene la moneda. En ese templo se guardaron los estandartes e insignias que los partos le requisaron a las legiones de Craso, en una humillante y bochornosa campaña militar en la que el propio Craso murió torturado bebiendo el oro fundido que quería rapiñar. Una derrota tan absoluta solo sería hoy comparable a la que la China imperial sufrió en la guerra del opio, que pronto pasaremos a pagar como una afrenta imperdonable que el partido comunista chino ha convertido en vitamina nacionalista. Ni perdón, ni olvido.
En Itálica, cuando Huntington estaba por la ciudad buscando piezas de incalculable valor arqueológico para su Hispanic Society en Nueva York, logró hacerse con algunas piezas de las aparecidas en el tesorillo del Pajar del Artillo. Desconozco si la ceca del áureo cordobés salió de una casa de la moneda provincial. Pero se puede decir que es alto improbable dado que las monedas que se acuñan en la Bética de aquellos años primeros del imperio solo se trabajaba el bronce. En algunas cecas del norte se acuñaron monedas de plata y bronce. Ya dirán los especialistas en numismática de dónde procede ese hermoso áureo cordobés y que, labrada con tanta minuciosidad, ha llevado a nuestra máxima autoridad científica en la materia, la catedrática Paquita Chaves. Paquita la califica de un trabajo exquisito, dándole al perfil del César la gracia de su personalidad, rematada en la frente por una especie de rizo la mar de flamenco, que nos recuerda al de Manolo Caracol. Otro emperador que valía su peso en áureos…
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