Javier Rubio - CARDO MÁXIMO

Felicidad y mortalidad

Una cosa sabemos positivamente: no tiene nada que ver con posesiones materiales

JAVIER RUBIO

Un estudio científico del Universitiy College de Londres publicado esta semana en el British Medical Journal ha venido a corroborar la creencia popular sobre la que no había evidencias demostrables: la felicidad alarga la vida. El estudio analítico sobre el envejecimiento de la población inglesa a partir de tres tandas de encuestas entre 2002 y 2006 a 9.365 mayores de 50 años confirma que hay una asociación clara entre la sensación subjetiva de bienestar sostenida a lo largo de los años y todas las causas de muerte. Lo cual no quiere decir que no se mueran los felices, sino que se mueren más tarde, que no es lo mismo. El informe contradice otros anteriores que no hallaron relación entre sentirse bien y la indeseada visita de la Parca con su tijera para cortar el hilo de la vida y, según sus autores del English Longitudinal Study of Ageing (ELSA), considera fundado que cuanto más se experimenta una sensación de bienestar en la edad adulta, más bajo es el riesgo de irse al otro barrio al que, queramos o no, todos nos vamos a mudar.

La felicidad es una cosa inasible, arena entre los dedos, agua en un cesto de mimbre, que se nos escapa en el mismo momento en que la queremos aprehender y de súbito muta en infelicidad. En la tercera edad, ésta última tiene mucho que ver con la sensación de soledad y la pérdida de autonomía. Pero aun así, en condiciones de aislamiento y de dificultad motora para desplazarse, encontramos viejitos felices. Una entrañable bisabuela de 87 años me dio el domingo la mayor lección de mi vida. Y mira que lleva dadas unas cuantas. Con voz entrecortada y la mirada nublada de lágrimas a punto de derramarse, contrapuso sin darle importancia su experiencia vital a la de una vecina que le había confesado su insatisfacción con la vida: «Pues yo sí encuentro la felicidad en todo lo que hago». No dijo «con» todo lo que hacía y «con» todo lo que tenía, sino «en» cuanto le sucedía, que es donde dicen los especialistas que radica la clave para sentirse a gusto. Una cosa sabemos positivamente: la felicidad no tiene nada que ver con las posesiones materiales. El mismo día que se ha difundido un informe que señala a Alcalá, Utrera y Dos Hermanas entre los diez municipios mayores de 50.000 habitantes con más riesgo de pobreza de España, podríamos caer en la tentación de considerar a un tercio de sus habitantes como infelices. Pero tal cosa no es verdad.

La felicidad es insondable, por muchos estudios que se hagan. Tiene que ver con el espíritu más que con el cuerpo y, por descontado, con lo que nos pasa. Morir, cuando se es feliz, no debe de ser tan trágico, después de todo. Quizá convendría, para descubrir la verdadera felicidad, releer más asiduamente a San Juan de la Cruz, cuya memoria celebraba ayer la Iglesia: «Procure conservar el corazón en paz; no le desasosiegue ningún suceso de este mundo; mire que todo se ha de acabar». Amén. Sean felices.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación