LA TRIBU

Febrero

No se hará todo nieve, ni todo lluvia, ni todo luz ancha y engañosa. Será el que es, el que siempre ha sido

Las luces de febrero se adueñan de la ciudad J. M. SERRANO
Antonio García Barbeito

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Los meses son toros al fin que tienen su encaste, su querencia, su fijeza, su bravura o su mansedumbre. Un mes puede salirnos raro como raro —malo, sin lidia posible— nos puede salir un toro hermano de otro que acaba de dejar en el albero lo mejor de su estampa. Que nadie se confíe con los meses, como nadie debe confiarse con los toros. Hay ganaderías duras de las que nadie va a esperar nunca que por los chiqueros aparezca una perita en dulce, como hay épocas que sabemos de más que, al menos aquí, donde vivimos, es casi imposible que en un mes, julio, descargue el cielo hasta causar desbordamiento de ríos, inundaciones y desgracias. Un mes con encaste de calor puede tener el revés de una granizada rara, un día, un año raro, pero no dejará nieve que requiera de avisos a maquinarias. Los meses, como los toros.

Al ruedo del año ha salido ya, trotón, febrero. Y ha salido como es, como siempre fue. Podrá variar un poco, podrá parecernos que tiene otras hechuras, que es de otro padre y de otra madre, pero es hijo de quien es, del invierno, y busca lo que busca, los tercios de la primavera, aunque creamos que no va a salir de su rincón frío, de sus ateridas tablas. «¡Le puso tanta alegría / a su resplandor primero… / Pareció que no sabía / el bravo sol de febrero / que era invierno todavía…!», dijimos alguna vez. Que nadie se asuste: el toro, si no en el primer tercio, en el segundo; si no a la salida de varas, a la salida de una tanda, cantará lo que lleva dentro, dejará claro qué es y de dónde viene. Hay mañanas de agosto —y de septiembre alto— que nos creemos que ya traen el otoño en las manos y al mediodía nos recuerdan que tienen naturaleza de verano, que son verano, y nos achicharran. Febrero es febrero. Podrá amanecer con soles bellísimamente engañosos, con luces esplendorosas que parecen encargo textil de cielos de la primavera, pero será, al fin, un extraño de su casta. Febrero es invierno, frío, hijo de las nieves y de los vientos que cortan como las esquinas del solano. Miramos las nieves de febrero, lejanas, y nos las anuncian por aquí cerca y alguien pensará que febrero se ha equivocado, que está, como dicen, loco. Tranquilo; como el toro, antes de ir al desolladero dejará claro su hierro. No se hará todo nieve, ni todo lluvia, ni todo luz ancha y bellamente engañosa. Será el que es, el que siempre ha sido. «Anda, niña, que eres / como febrero: / unos días de sol / y otros lloviendo». O nevado, o con frío polar. Febrero, como todos los meses, y los meses, como los toros. Como todo: la casta, si está bien asentada, acaba saliendo. Como en nosotros mismos.

antoniogbarbeito@gmail.com

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