Excusas
Se acaba agosto y hay que dar la cara o inventar
Por más que digan las noticias y por más que mintamos muchos de nosotros, lo peor para la mayoría no es que se acaba agosto, el verano, las vacaciones. Lo peor es que se han acabado las excusas, y ya, hasta diciembre, no habrá otras ... parecidas, aunque no tan largas, que las excusas que vencen hoy, treinta y uno de agosto, empezaron, como bien sabe usted, cuando la calle olía a incienso.
Se acaba agosto y hay que dar la cara o inventar. Se acaba el tanguillo de «tú no sabes lo liado que estoy con la familia en la playa y yo en veinte sitios a la vez… Ya te llamaré en cuanto llegue septiembre.» O no. Ahora toca, en algunos casos, apagar el móvil o salir poco. O bien ensayar otras artes. Me asombra la de tiempo que pierde un conocido estudioso -experto en la danza de los sables, o, mejor, de los sablazos- de las situaciones difíciles, para que, siempre que se encuentra con alguno de los muchos con los que tiene colgada una roncha desde hace años y años, tenga a mano una excusa. Lo he oído enterrar a su madre varias veces; a uno de sus hermanos le asignaba todas las enfermedades posibles, y te decía que él era el único sostén de la familia, de sus hijas, de su madre, de su hermano, de su cuñada… El muchacho hace raya como tramposo, como sinvergüenza profesional. «Se debe a él mismo», me dijo un día uno de sus acreedores. Y llevaría razón. Pues debería publicar un manual de excusas, o de técnicas de escapismo superiores a las de Houdini, porque buena parte del personal que vuelve mañana a su trabajo o a lo que sea, tiene que dar la cara o inventarse algo para seguir perdido. Septiembre es un fogonazo de luz cuasi otoñal que nos descubre, y agosto, para colmo, nos empuja con el pie derecho del 31 para que caigamos en septiembre, desnudos de casi todo. ¿Cómo voy a Ronda a la goyesca y digo que no me queda dinero de las vacaciones? ¿Cómo me planto en un bar del centro, cervezón y papelón de gambas, y a ver qué digo si me encuentro con el director del banco, con el de los muebles de cocina o con el albañil que me hizo la obra en mayo? Cantaba el Carbonerillo: «Por los rincones me meto / y a voces llamo a mi mare, / y como no me contesta, / llamo a la Virgen del Carmen.» En septiembre, por los rincones nos metemos y no abrimos la boca, para que nadie nos oiga, ni la madre ni la Virgen. Turno de excusas. Y si tengo la mala suerte de encontrarme de sopetón con quien no quiero, a adelantarme: «Marcando tu número estaba. Mañana sin falta te llamo y quedamos.» Y el otro acordándose de Machado: «Siempre que nos vemos / es cita para mañana. / Nunca nos encontraremos.» Que es lo que quiere el otro.
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