Félix Machuca - PÁSALO
¿Esto es Badajoz?
«Te has ganado el Nobel de la papa. Ve templadito a recogerlo»
OS lo vengo diciendo desde hace tiempo, desde que mojáis la lengua en Tanqueray y se os pone gorda como a Hemingway con los mojitos: cuando vayáis de copas no llevaros el Gps que también las pilla de caracolillo. Cuidado con las compañías necesarias. Mantenerlas siempre lejos de la barra. Si vais de copas, como Melendi en aquel avión o Fernando Rabal en el programa de Jesús Quintero, al Gps lo dejáis en el coche. Porque si el Gps se pide una birra, después un riojita de buen precio, para pasarse sin solución de continuidad a la copa de balón y besarla más veces que a la novia, entonces pasa lo que pasa. Pasa lo que le ha pasado a un ciudadano en la plaza de El Polo en el Polígono. Que el nota parecía que se había hecho una transfusión de sangre de Boris Yeltsin (que anda vendimiando por las parras del cielo) y como la paloma de Alberti creía que el norte era el sur y el sur el canal de televisión de Susana. Cuidadín con las compañías que arrastráis hasta los bares de copas. Que os falla el capataz y luego queréis meter el paso de la Cena por la calle de la Susona.
Esto le ha pasado a un andoba al que se le fue el pulso en la barra y se bebió el marco de Jerez y el cuadro de Los borrachos de Velázquez. Qué forma de buscarse una lesión en el codo. Lo flexionó tantas veces que, finalmente, la conciencia se durmió y la criaturita la lio en el Polígono con el coche, hasta el punto de que creyó que llevaba un todoterreno de esos de ruedas más gordas que las gomas de tractor con la que los niños de los ochenta se bañaban en Matalascañas y quiso subir una escalera. Con el coche. Subir una escalera pública con el coche. Más chulo que Fernando Alonso en Indianápolis. ¿Iba perjudicado el pollo al whisky o no? ¿Iba enmeladita la torrija o qué? Como si fuera el negrata del Equipo A, el que se ponía al cuello más oro que el que guarda la Reserva Federal de los yunaites, tomó el coche por donde más volante tenía y empezó a subir escaleras como Rocky al amanecer entrenando para el combate del siglo. ¿Lo recuerdan? Ese Rocky Balboa con el chandal de la Martirio, harto de correr por esas calles más largas que un domingo sin fútbol y cuando llegaba al final del recorrido se metía el nota una subida a toda mecha por las escaleras del museo de Arte de Filadelfia, como si Montoro lo persiguiera… Pues unas escaleras más o menos parecida quería nuestro meloja subir por el Polígono. Un héroe.
Al beodo lo paró la Policía Local. Le hicieron la prueba de alcoholemia y, tras estallar más globos que un niño pesado en Domingo de Ramos, dio más positivo que Paul Gascoigne en una despedida de soltero. Qué barbaridad. Lo que ese hombre se había jincado por el gaznate. Estornudaba y no le salían mocos. Sino etiqueta negra de Juanito el caminante. La policía, en principio, no supo lo que hacer con aquel monumento viviente a la vendimia. ¿Lo donaban para la ciencia, ya que iba conservado en alcohol o se lo llevaban al cuarto oscuro a que durmiera la mona, el orangután y el gorila que llevaba en todo lo alto? Lo primero que dijo cuando salió del coche fueron palabras para el mármol, para la posteridad. ¿He llegado ya a Badajoz?, dicen que preguntó. ¿A Badajoz? ¿Qué si has llegado ya a Badajoz, uvita plateada? Has llegado por lo menos a Bombay sapphire, pasando por casa Morales tras haberte cuadrado ante cinco coroneles de El Rinconcillo. En el uno de San Román te apuntaste un diez achicando cervezas. Y en el Buen trago de mi amigo Gustavo entraste diciendo que de allí no te ibas hasta que el trago no fuera bueno, sino superior. Te vieron dando costerazos por la bodeguita Romero, tan trazados que la parroquia estuvo a punto de cantarte Campanilleros. Te has ganado el Nobel de la papa. Procura ir templadito cuando te la den, carnes mías.