PÁSALO

Se espera a Pancho Villa

Aprendamos de nuestros fracasos colectivos como andaluces, como comunidad

Acto de apoyo a Barcelona como Agencia Europea del Medicamento
Felix Machuca

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¿La Agencia Europea del Medicamento? ¿Realmente alguien esperaba que como está el noreste, la Unión asentara en tierra tan movida una institución de este calibre? En serio, ¿alguien pensó que era posible, sin caretas políticas ni muecas invocando a la suerte? Me gustan más los chistes de Eugenio que estos que nos quieren contar ahora. Son más creíbles y la ironía que destilan es fina, elegante y mordaz. Tal y como ha dejado el procés aquellas tierras de la marca carolingia solo se puede esperar a Pancho Villa. Pancho Villa es el perfil exacto que encaja hoy en semejante algarabía social, política y económica. Pancho Villa sí puede llegar de un momento a otro sin desentonar con el paisaje. Al revés: formando parte indispensable del mismo, como el balcón de Julieta en Verona o la columna de Nelson en Londres. Pancho Villa podría rematar perfectamente la torre Agbar a modo de giraldilla, una torre que está, metafóricamente, más cerca de simbolizar la Babel del caos que la potencia emergente de lo que fue alguna vez la gran capital mediterránea. Pancho Villa es el hombre del momento. Ni el corredor Puigdemont ni el insuperable don Oriol, feo, católico (pero muy embustero) y, al parecer, el más sentimental de la banda, que reza y reflexiona en las horas de reja que le han caído por sedicioso. De ahí, de esas horas en el tanque, reflexivas y piadosas, podría salir las letras de un disco, entre la rumba de Peret y la estaca de Llach, para la causa de los que no tienen causa y se la inventan. A Pancho Villa solo hay una persona en el mundo que le puede hacer sombra. La candidata de la sangre encebollada, la señora Rovira. Caso aparte.

Con este elenco al voleo de personajes de una comedia bárbara de Valle se iba a instalar en Barcelona la Agencia Europea del Medicamento por las que hilan. Así no solo no se instala una agencia, es que se han ido más de dos mil empresas, en una sangría que solo ha taponado la aplicación muy suave, casi balsámica, del 155 de la actual Constitución. Eso ha parado, por ahora, la marcha de los emprendedores locales y extranjeros, locos por pillar un sofá donde reposar con tranquilidad los intereses empresariales que defienden y asqueados de la insoportable montaña rusa en la que estos revolucionarios de opereta han colocado a Cataluña. El corredor de fondo, el inalcanzable Puigdemont, escapado en Bélgica para enmerdar con entrevistas y declaraciones a España y a su sistema político, el mismo que lo permitirá presentarse a las próximas elecciones, ha descargado la responsabilidad de este nuevo fracaso catalán secesionista en la aplicación del 155. Olvidándolo todo. Olvidando que el actual terremoto político es obra de sus malas ideas; olvidando que las empresas se fueron antes de que se aplicara el artículo; olvidando que la Rovira va sirviendo platos de sangre encebollada de los mártires de la catalanidad cocinados por los chef castellanos; olvidando que los aviones sobrevuelan Cataluña para comunicarse con el mundo y no para bombardear la Diagonal. Lo olvida todo. Y solo se acuerda de su propio drama. Que es el habitual en un dios menor, sin altar, ni culto, abandonado porque tiene la gracia donde la marca del vaquero.

Lo que más me duele de todo esto es que, alguna vez, Málaga estuvo intentando meter cabeza para aspirar a ser sede de esa Agencia. Y la quitaron de en medio sin darle siquiera una oportunidad a exhibirse, a mostrarse. Me recordó al codazo que le dieron en Madrid en el estómago a las aspiraciones sevillanas por ser sede de una Olimpiada. Tanto en un asunto como en otro solo demostramos nuestra impotencia. Derivada, sin dudas, del imposible lobby que somos capaces de hacer los andaluces en estos asuntos que son de interés general para Andalucía. Es más que posible que Málaga no tuviera mucha chance en darle cobijo a la Agencia. Pero menos tenía Barcelona, la actual Barcelona, que ha sido incapaz de aguantar una ronda de votaciones. Y ha sido apoyada hasta el final por la política española. Aprendamos de nuestros fracasos colectivos como comunidad. Aprendamos a no ser Pancho Villa. Aprendamos a caminar juntos o, al menos, lo menos separado posible, porque se acercan tiempos donde puede pasar de todo. Y no tiene por qué ser bueno para los andaluces.

Se espera a Pancho Villa

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