LA TRIBU

España, chica

Me pongo en los labios el grito que ayer me sonaba peligroso, y pido, con ese grito, una España una, grande y libre

Un hombre tira del mapa de España atado con una cuerda JOSÉ MARÍA NIETO
Antonio García Barbeito

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Nos parecía que aquellos tres gritos de «¡España, una; España, grande; España, libre!» era cosa de fascistas que no querían nada con la unión, la grandeza y la libertad. Sería verdad, en parte, porque ese grito lo hemos oído muchas veces en voces que pretendían imponer, o conservar, una España de unos cuantos; sin embargo, me río de aquellos tres gritos, cuando oigo y veo cómo quienes dicen hablar en nombre de la libertad de la gente pretende partir España en pedacitos cada vez más pequeños, achicarla —jibarizarla— hasta que no se llame España, y dejarla sin libertades. ¿Quiénes actúan así, que además dicen venir de la izquierda? Los nacionalseparatistas, los catetos ágrafos que salen a la calle a contarnos el cuento de la buena pipa.

Penosísima, la imagen que les estamos consintiendo a los extremos que vienen a romper España, a reducirla, a encarcelarla. Me pongo en los labios el grito que ayer me sonaba peligroso, y pido, con ese grito, una España una, grande y libre. Día de Santiago Apóstol, Patrón de España. Santiago de Compostela es un hermoso país abierto a todo el mundo, donde se da cita veraniega la que quizá sea mayor concentración del cristianismo urbano. No paran de llegar a la ciudad, por los distintos caminos, peregrinos de todas las nacionalidades, gente que se hace una en cuanto pisa la bellísima ciudad. Es el día grande; no se cabe en Santiago. Miles de personas aguardan en cola para ver el remozado Pórtico de la Gloria, y para ir a misa, para sentir la inmensidad del interior de la imponente catedral y ver el péndulo del botafumeiro como un hiperbólico sueño de incensario… La gran ciudad, una belleza de unida humanidad, de gran promesa, de libre credo. Y entonces la España que es una, grande y libre, se rompe, se empequeñece, ve cómo la esposan: llega la manifestación —«¡Es el día de la patria galega…!»— del nacionalseparatismo, y llega rompiendo colas, concentración de fieles o de pacíficos turistas, rompiendo la misa por las veras de la catedral, afeando las bellas rúas con gritos, pancartas, cantos antiespañolistas… Dicen que los españolistas somos capitalistas, que nos vayamos de «su país»… Pobres diablos, catetos, ágrafos. Y para pedir lo que dicen suyo, todos los colectivos —para qué nombrarlos— que ya saben, esos que se apuntan a todo lo que sea desunir, esclavizar, aunque digan que quieren libertad, ¡mentira, quieren romper España, la España de los españoles que estamos orgullosos de un país que ha aprendido a convivir después de una guerra, cada cual con sus creencias, en una unida y grande libertad! Con estos rompepaíses, España, qué chica. Qué pena.

España, chica

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