España
Los límites de España, hoy, no están tanto en el mapa como en la conciencia de muchos españoles o antiespañoles
![Una alumna estudiando el mapa de España](https://s1.abcstatics.com/media/opinion/2018/09/12/s/mapa-de-espana-kEy--620x349@abc.jpg)
Banda sonora vespertina de tu escolaridad, las voces de los niños suenan en el aire encerrado de la escuela como un enjambre monótono y domesticado. La tabla de multiplicar se hace interminable, aunque resulte divertida –sonido de platillos de banda de música– cuando le toca el turno al cinco, y procurando que el maestro no lo note, colocar una hache entre la ce y la i y medio decir: “Chinco por una, chinco; chinco por dó…” Algunas canciones de juego, como la del trompo, que no has conseguido ver escrita en ningún sitio, y de la que sólo recuerdas el principio, onomatopéyico: «¡Zas!, el trompo cae, / baila alegremente, / y empieza a dar vueltas / hasta que se duerme…» La memoria guarda canciones, la tabla de multiplicar, y, medio cantado, como un rap geográfico, los límites de España: «Los límites de España como copla, / y al llegar al Estrecho ya resopla, / cansado de tan largo cabotaje…» Los límites de España, ay… El maestro comentaba que Felipe II dijo que en sus dominios no se ponía el sol. Pero eso fue en el siglo XVI.
Si el canto de la tabla de multiplicar era el mismo, porque cinco por cinco seguían siendo veinticinco, también era el mismo el mapa de España colgado de la pared. Era el mismo porque cuatro fueron siempre, durante tu tiempo en la escuela, las provincias gallegas, y cuatro las catalanas, y seis Castilla la Vieja, y ocho Andalucía… Y eran los mismos ríos con su mismo nacimiento; y era la misma la historia que todos los años se contaba, la misma en todas las escuelas; y eran los mismos los reinos, las banderas, los héroes o los villanos. El mapa de España era un país vertical que seguía pintando espigas en Castilla y piezas de telas en Cataluña; hórreos en Galicia y olivos en Andalucía. De pronto, España fue fraccionándose —es verdad que mucho antes de tu escuela se había fraccionado en provincias—, y las regiones, con cambios en algunas de ellas, ya no se llamaban regiones, sino Comunidades Autónomas, y resurgieron banderas o se inventaron, y la España que se suponía más grande por más habitada, empezó a ser más pequeña, por dividida. Los límites de España, hoy, no están tanto en el mapa como en la conciencia de muchos españoles o antiespañoles. Los límites son lindes ideológicas de fracciones que parecen buscar la reducción al individuo: un individuo, una patria. Si pudieran, moverían los mares, los fraccionarían; y cambiarían el nacimiento de los ríos, y negarían –ya los niegan- hitos de la historia, nombres, fechas, símbolos… Cualquier día, en las escuelas españolas, alguien levantará la voz para decir que cinco por cinco ya no son veinticinco.
antoniogbarbeito@gmail.com