PUNTADAS SIN HILO

El escaparate

Los jóvenes ya no valoran más a quién más cualidades humanas reúne, sino a quién más likes acumula

Las redes sociales aíslan a los jóvenes ABC
Manuel Contreras

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Hasta que no haya sentencia en el juicio que comenzó el pasado lunes en la Audiencia de Pamplona, la deontología obliga a referirse a los hechos protagonizados por cinco jóvenes sevillanos en las fiestas de San Fermín de 2016 como presunta violación. Por repugnantes que sean los actos y visceral el rechazo que generan, nadie es culpable sin un dictamen judicial que acredite la comisión del delito. Pero al margen de valoraciones morales sobre los hechos que se enjuician, llama la atención un dato contrastado y que resulta igualmente abominable: la rápida difusión del presunto delito. Los cinco detenidos no sólo sometieron —presuntamente, una vez más— a una joven indefensa a todo tipo de vejaciones, sino que se apresuraron a difundirlo a sus amigos vanagloriándose de ello. La satisfacción por la fechoría no fue total hasta que no presumieron de los hechos ante el resto de la manada. Ypor si alguno dudaba de la veracidad de sus baladronadas pamplonicas, en sus mensajes de whatsapp añadieron las palabras mágicas: «hay vídeo».

El vertiginoso avance de las telecomunicaciones y las redes sociales han trastornado de tal forma las relaciones sociales que hasta el crimen más abominable necesita ser mostrado. El joven que en agosto de 2016 asesinó en Pioz a su tío, su mujer y sus dos hijos se entretuvo entre los crímenes enviando a un amigo brasileño fotos de los cadáveres, como si el crimen no tuviera sentido si no era expuesto. Parece aberrante por tratarse de crímenes horribles, pero no es más que el reflejo extremo de la tendencia que se ha instalado en poco tiempo en la sociedad. La revolución que ha supuesto la difusión de imágenes por telefonía móvil ha convertido las vidas privadas en un escaparate en el que nos exponemos sin pudor, retransmitiendo la vida en directo. Nuestras vivencias sólo tienen valor en la medida en que sean visionadas por los demás. Los más jóvenes ya no calibran sus relaciones por usos sociales, sino por los autorretratos que cuelgan en redes sociales: no valoran mejor a quien más cualidades humanas reúne, sino a quien más likes acumula. Esta nueva comunicación gestual e icónica, en la que la imagen tiene más fuerza que el mensaje, resulta refractaria para el discurso educativo tradicional, basado en principios conceptuales establecidos conforme a una escala moral. En el mundo de los selfies lo importante es lo que se ve, no lo que se piensa.

La consecuencia más inmediata de este exhibicionismo permanente es una progresiva vacuidad social que probablemente apenas empezamos a vislumbrar. Los nuevos referentes —miren los famosos que aparecen por televisión— son cada vez más banales, pero cada vez peinan más a la moda. Son los figurantes idóneos para el escaparate. Para esa urna de cristal en la que la vida se hace transparente, ya sea para difundir el último selfie de la adolescente pizpireta o su violación a manos de cinco desalmados.

El escaparate

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación