Álvaro Ybarra

Equidistancia y pasotismo sobre Cataluña

Parece mentira que haya que volver a recordar a estas alturas que todos somos iguales ante la ley, incluidos los catalanes

Una manifestante independentista ofrece flores a un policía nacional en las calles de Barcelona REUTERS/Susana Vera

Entramos en la recta final del referéndum ilegal de Cataluña del que estamos ya todos hartos aun seis días antes de no celebrarse. Será fruto de este hartazgo por el que dos posturas van sumando adeptos ante el golpe de estado perpetrado por los secesionistas: la equidistancia y el pasotismo. Creo que ambas posiciones parten del mismo error garrafal que ha dado lugar a esta situación actual, que no es sino el resultado de la dejación de funciones generalizada ante un desafío que muchos pensaban que no iba a llegar hasta donde ha llegado, hasta las puertas mismas de la declaración de independencia.

La equidistancia ante el «problema catalán», que es como llaman los equidistantes al golpe de estado, es fruto de situar en pie de igualdad a los que defienden el Estado de Derecho con los que lo violan. Ponerse de perfil en estas circunstancias como hace una parte de la izquierda española supuestamente constitucionalista equivale a traicionar los principios más elementales del sistema democrático. Parece mentira que haya que volver a recordar a estas alturas que todos somos iguales ante la ley, incluidos los catalanes. La equidistancia suele venir unida en este caso a la apelación a un diálogo tan inconcreto como imposible porque para dialogar, como para pelearse, hacen falta dos voluntades opuestas en general pero unidas por la esperanza mínima de alcanzar algún acuerdo que evite lo inevitable. En Cataluña el bloque separatista ha proclamado por activa y pasiva que su única aspiración es la independencia. Y no hay más que hablar.

El pasotismo, o el error contumaz de creer desde fuera de Cataluña que a mí no me afecta lo que pase, suele ser hijo de la ignorancia. No me refiero sólo a la ignorancia de la historia, de los principios democráticos, de la ética o de la legislación vigente. Me refiero a la ignorancia sobre las consecuencias políticas y económicas de una Cataluña independiente, que supondría la ruptura de quinientos años de la historia de España y un desastre económico difícil de evaluar. España, no sólo Cataluña, rota y arruinada ahora que empezábamos a levantar cabeza. Especialmente afectada quedaría Andalucía, una «carga» según los independentistas más recalcitrantes, que tiene todas las papeletas para ser severamente perjudicada por un nuevo sistema de financiación en el que se reduciría drásticamente el tamaño de nuestra porción de la tarta.

@aybarrapacheco

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