Tribuna abierta
A los 150 años de la muerte de los hermanos Bécquer
Cuando marcharon a Madrid, iban impregnados del aire de Sevilla que nunca los abandonó

¡Ay! ¡a veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir…!
Amargo es el dolor, pero siquiera
¡padecer es vivir!
(Final de la Rima LVI)
¿Quién no se ha acercado a Bécquer en estos días de incertidumbre y dolor para poder ... vislumbrar una esperanza y un sueño? Días y meses que han ensombrecido la conmemoración del 150 aniversario de la muerte de los dos hermanos Bécquer: Gustavo Adolfo y Valeriano, descendientes, por línea materna, de unos grandes comerciantes flamencos establecidos en Sevilla desde el siglo XVI. Una familia de grandes mercaderes con Indias que, junto con la de los Neve, Munibe, Antonio —todos flamencos—, Mañara y Almonte, eran los que más plata recibían de América en el primer cuarto del siglo XVII. Plata que fructificó en personajes como Justino de Neve, Miguel Mañara o Nicolás Antonio que tanto brillo dieron a la ciudad que los vio nacer. El de los Bécquer llegó más tarde, cuando de la plata no quedaban más que los fulgores que ellos mismos le dieron al apellido con su pasión artística. Su padre y su tío, buenos dibujantes y pintores, los fueron preparando en su casa de la calle Conde de Barajas, de Sevilla, en el barrio de San Lorenzo en cuya parroquia se bautizaron y donde transcurrió la infancia de ambos. Cuando marcharon a Madrid, iban impregnados del aire de Sevilla que nunca los abandonó.
No pensaba escribir nada sobre esto y mucho menos insistir en las obviedades dichas, pero acabo de leer el diario ABC de hoy, día 22, y no puedo dejar de reivindicar algo para mí muy importante. En él se recoge, además de un espléndido artículo de Ignacio Camacho, un amplio y muy buen reportaje de Javier Rubio, ilustrado por una bellísima fotografía de Raúl Doblado del monumento a Bécquer del Parque de María Luisa y otras varias de la casa natal y la tumba en el Panteón de sevillanos ilustres, en el que se citan los pocos actos realizados para este centenario, alguno más que notable como el promovido por el Círculo de Labradores. En varias páginas más hay una velada crítica a la Junta y al Ayuntamiento, ciertamente matizada por el cruce de la pandemia que obligó a suspender la Feria del Libro dedicada al poeta y otros programados. Felicito a ABC por todo ello, pero se omite uno, probablemente por falta de noticias, francamente brillante, que no quiero dejar de resaltar. Se trata de dos conferencias promovidas por la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y la Fundación Cajasol, que no podían faltar a esta cita. Moderados por el director de la Academia, Ismael Yebra, los profesores Reyes Cano y Enrique Valdivieso González disertaron sobre Gustavo Adolfo y Valeriano como homenaje a ambos hermanos. La sala en la que el acto se celebró contaba con un aforo de 27 asistentes —¡ay, la pandemia!— que tuvimos el privilegio de oír dos estudios novedosos y magistrales.
Rogelio Reyes nos sorprendió con un texto en el que ofreció una visión inédita del poeta y la admiración que por él sentía Luis Cernuda, además de resaltar el inicio académico de Bécquer influido por aquellos grandes eruditos sevillanos del siglo XIX que trabajaban en la Real Academia, entre ellos Alberto Lista. Presentaba la tesis en la que mantiene que allí se formó el Bécquer literario y romántico que fue evolucionando hacía la poesía conceptual y simbolista convirtiéndose en el primer poeta moderno que influyó en Juan Ramón, Rubén Darío o Machado. Y por supuesto en Cernuda. En el gran poeta universal que hoy podemos conocer.
Enrique Valdivieso, con su genial verbo, nos habló sobre un Valeriano que no dudó en calificar como el mejor pintor costumbrista sevillano y nos mostró una serie de pinturas, casi todas de colecciones particulares y, por tanto, poco conocidas, que se pudieron reunir en los numerosos viajes que los dos hermanos llevaron a cabo por tierras castellanas. Todo un alarde de erudición y bella prosa e imágenes en la que quedó manifiesto algo muy interesante para la poesía y la pintura sevillana: la atracción que los paisajes de Soria tuvieron para dos de nuestros más grandes poetas. Prosa y poesía de la mano de Bécquer y Machado que se inspiran en la naturaleza de una tierra bellísima y misteriosa que los atrajo con gran intensidad de la misma forma que sus costumbres iluminaron el pincel de Valeriano Bécquer.
Un homenaje íntimo, bello, cálido y de gran interés que no debía quedar en el anonimato. Por eso decidí escribir estas líneas como un acto de justicia a una Academia a la que me honro en pertenecer y a unos compañeros que han hecho un trabajo ejemplar. Porque como siempre decía otro destacado académico, el profesor Morales Padrón, lo que no queda escrito, no existe.
ENRIQUETA VILA VILAR ES MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA SEVILLANA DE BUENAS LETRAS
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