LA FERIA DE LAS VANIDADES

Elogio de la templanza

No podemos caer en la trampa del desprestigio de la democracia que nos tienden a cada momento. Reivindiquemos la libertad por encima de todo

Pongamos la Transición en el puesto de privilegio que le corresponde en la azarosa historia de España ABC
Francisco Robles

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El cielo se cae literalmente sobre el asfalto. Nubes como tigres que dan zarpazos de agua. Hay que cruzar corriendo el breve trayecto que separa el coche del supermercado. Un buen amigo tuitero sale con su familia y busca el refugio del hogar. Dentro, el cronista busca los ingredientes para una cena muy especial. Su primera cena como poeta público, pero de eso no va a hablar en este artículo, porque es algo que solo les importa a los comensales. En la cola de la caja, un buen amigo al que hace tiempo que no veía. Por los amigos no pasan los relojes. Ese es el secreto de la amistad, que regresa de pronto en cuanto se paga la hebra al cabo de los días, los meses o los años.

—Al final siempre terminamos hablando sobre lo mismo, diciendo lo mismo y pensando lo mismo…

El amigo del cronista es un buen tipo. Un cristiano de izquierdas, o un socialista de esa vieja hornada que nació del compromiso social inherente al cristianismo. Hablamos de lo divino y lo humano, nunca mejor dicho lo de divino y humano, durante unos minutos. Quedamos para vernos después de Semana Santa. Y nos despedimos con esa frase que siempre repite este hombre comprometido con causas nobles que hace, como decía Belmonte, lo que puede.

—Mira, al final siempre llegamos a la misma conclusión. Los derechos que hemos conseguido en Europa han sido posibles gracias a la socialdemocracia y a la democracia cristiana.

Parece un dominó. Parecen dos fichas compuestas, unidas por la palaba democracia. Esta democracia que tanto les molesta a los totalitarios que se creen en posesión de la verdad. Una verdad única y absoluta que va más allá de la duda razonable, de la demostración empírica, del error inevitable que nos sirve para crecer. No soportan la democracia, como no la soportaban sus predecesores, los teóricos defensores de ese proletariado que les sirvió para alcanzar el poder. Luego se dedicarían a imponerles un régimen férreo que llegó a todo, incluso al régimen de adelgazamiento que tuvieron que sufrir aquellas criaturas que gozaron del paraíso comunista. Hoy sus sucesores hacen lo propio con los pobres, los pensionistas o los inmigrantes.

El campo de juego donde se establece la justa y necesaria lucha democrática está muy claro. Por un lado, el socialismo democrático con sus apuestas por lo social. Y por el otro, el conservadurismo con su proyecto liberal. Una sana alternancia es lo mejor que puede pasarle a una sociedad, y eso se ha demostrado en la Europa que salió noqueada de dos guerras mundiales, y que consiguió una paz y una prosperidad inusuales, por no decir inéditas, en su su historia. Bueno es recordarlo ahora que vienen los adanistas que quieren reinventar la historia de la humanidad para llevarnos al precipicio que se abre tras el despeñadero. Elogiemos la templanza, aunque no se lleve. Pongamos la Transición en el puesto de privilegio que le corresponde en la azarosa historia de España. Reivindiquemos su valor y sus valores. No podemos caer en la trampa del desprestigio de la democracia que nos tienden a cada momento. Reivindiquemos la libertad por encima de todo. Y plantemos cara a estos falsos profetas que nos prometen la luna para quedarse con el resto del ropero.

Elogio de la templanza

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