EN LÍNEA
Santa Justa
El revisionismo del Gobierno con las estaciones no tiene sentido en Sevilla: mujer, feminista, trabajadora, de una minoría oprimida...

NO sólo es poco dada y nada receptiva Sevilla a los cambios en la denominación de sus lugares comunes, sino que además no suelen funcionar. El autóctono sigue hablando con absoluta naturalidad y entendimiento de la calle Oriente, de la Plaza del Pan, de la ... Costanilla, de la Punta del Diamante, de la Cuesta del Bacalao, de la Pila del Pato, de Chapina, de la 'Bajá' del Puente, de la Gota de Leche o hasta de García Morato al aludir al hospital Virgen del Rocío. Sirva el apunte sociológico como advertencia local al Gobierno socialista de Pedro Sánchez en su nueva cruzada ideológica para imponer nombres de mujeres relevantes a las estaciones de ferrocarril, con el sorprendente ejemplo de la madrileña Atocha —a la que está previsto rebautizar con la fallecida escritora Almudena Grandes— como capítulo inicial. Más allá del debate sobre los discutibles méritos de las escogidas por el gracioso dedo del rodillo 'progresista' y del manifiesto afán general por moldear la historia a base de nuevas nomenclaturas, para el momento en que llegue el turno de la terminal sevillana debería quedar clara una cuestión esencial: Santa Justa era mujer. Obvio, sí, pero por si acaso. Es más, era un ejemplo de autonomía con respecto a los hombres de su época. Una feminista ancestral, habría que afirmar. Por ir adelantando trabajo a revisionistas adoctrinados. Que se queden quietos.
Patrona de la ciudad como Rufina, su hermana también mártir cristiana ejecutada por Roma, Justa padeció la opresión de un más que contundente patriarcado, puestos a utilizar terminología actual, y formó parte de una minoría desprotegida y clandestina frente al imperio y la fuerza bruta. Fue, además, una mujer trabajadora, dedicada a la alfarería en terrenos de Híspalis que hoy son Triana, y contribuyó a la solidaridad con los marginados y afligidos, que recurrían a su familia como socorro. Actualmente correspondería a un prototipo ideal de la izquierda. Se negó a seguir la corriente establecida y las imposiciones sociales. Encarcelada por 'revolucionaria' y después torturada con escarnio público, murió sin ceder ni variar sus principios un ápice. Su cuerpo fue lanzado a un pozo, como el de alguna de esas víctimas de aborrecibles crímenes machistas presentes. Estuvo presa cerca del prado al que luego dio nombre, ya santificada, y que hace cuarenta años fue el escogido para levantar la nueva estación que se estrenaría con motivo de la Expo 92. La figura de Justa, por tanto, concita todos los elementos necesarios para superar ese potente filtro ideológico de nuestros tiempos, el que permite o no formar parte de las denominaciones populares. Mujer, independiente, solidaria, trabajadora, de izquierdas y oprimida. Otro asunto será que entre los criterios de exclusión esté ser cristiana, claro.
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