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Santa Justa

El revisionismo del Gobierno con las estaciones no tiene sentido en Sevilla: mujer, feminista, trabajadora, de una minoría oprimida...

Eduardo Barba

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NO sólo es poco dada y nada receptiva Sevilla a los cambios en la denominación de sus lugares comunes, sino que además no suelen funcionar. El autóctono sigue hablando con absoluta naturalidad y entendimiento de la calle Oriente, de la Plaza del Pan, de la ... Costanilla, de la Punta del Diamante, de la Cuesta del Bacalao, de la Pila del Pato, de Chapina, de la 'Bajá' del Puente, de la Gota de Leche o hasta de García Morato al aludir al hospital Virgen del Rocío. Sirva el apunte sociológico como advertencia local al Gobierno socialista de Pedro Sánchez en su nueva cruzada ideológica para imponer nombres de mujeres relevantes a las estaciones de ferrocarril, con el sorprendente ejemplo de la madrileña Atocha —a la que está previsto rebautizar con la fallecida escritora Almudena Grandes— como capítulo inicial. Más allá del debate sobre los discutibles méritos de las escogidas por el gracioso dedo del rodillo 'progresista' y del manifiesto afán general por moldear la historia a base de nuevas nomenclaturas, para el momento en que llegue el turno de la terminal sevillana debería quedar clara una cuestión esencial: Santa Justa era mujer. Obvio, sí, pero por si acaso. Es más, era un ejemplo de autonomía con respecto a los hombres de su época. Una feminista ancestral, habría que afirmar. Por ir adelantando trabajo a revisionistas adoctrinados. Que se queden quietos.

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