El dolor ya está aquí
No descarto que en esta legislatura bajemos a segunda división
Lo que salga de los abrazos entre Sánchez e Iglesias, de los cominos de ERC en las mesas bilaterales y de la pastora imperio que siempre pide la extrema derecha peneuvista a Madrid, solo lo saben los autores intelectuales de este nuevo reparto de la ... piel de toro hispana. Pero nosotros podemos suponer, como hizo el martes Juan Marín, que no fue ese un buen día para Andalucía. En este tipo de repartos no solemos salir bien. Si nos llega algo, siempre es zurrapa. Las migas del banquete con el que los grandes poderes nacionales suelen convidarse tras un nuevo pacto que permita que algo cambie para que todo siga igual. Son lampedusianos hasta las cachas. Llevamos tanto tiempo juntos y en la misma pandilla que nos conocemos a la perfección. Y si algún despistado hay al respecto solo tiene que molestarse en repasar algún libro de Historia, desde el XIX a nuestros días, para comprobar cómo ciertas geografías españolas, las más leales e identificadas con los principios del nacionalismo español, son las peor tratadas siempre por Madrid. Madrid es un oso que abraza a un árbol. Pero fuera de la sombra de ese árbol siempre estamos los mismos. Los que pagamos el convite de los extorsionistas y nos quedamos en la cocina esperando las migajas.
No sé qué nueva criatura saldrá de un gobierno con ventanillas que atender por obligado cumplimiento. Ventanillas todas la mar de exigentes. Lo son tanto que algunas no solo van a pedir pasta por un tubo. También van a pedir un cheque para coger el vapor de la guerra de Cuba y pedirle al cantinero aguardiente para olvidarnos y olvidarse de España y los españoles. O sea, a la divorciada le vamos a pagar y poner el piso. Así son algunos de los titos de esta nueva criatura que algunos la llaman Frankenstein y otros podemos atrevernos a calificarla como el moño de la Bernarda. De ese moño va a depender lo que llegue a Andalucía y a los andaluces. Que no solo vivimos de la propaganda colorista de los desenterramientos de dictadores, del feminismo ultra, de las pancartas policromadas de la LGTBI, del conflicto climático, de zanjas a la medida de la revancha y no de la reconciliación y del teatro del progresismo de pandereta. Aquí también vivimos o aspiramos a vivir como los que nos desprecian, extorsionan y nos toman por una raza inferior y desestructurada. Porque somos España, porque somos españoles y porque aún nos queda rebeldía para pedir lo que nos toca. Creo. Aunque Susana devenga en diminutivo y esté encantada jugando con su ratón…
En lo que pueda durar esta legislatura es posible que se consume lo innombrable. Que bajemos, por decisión federativa, a segunda división. Nosotros y las comunidades que no alardean de ser históricas. Quizás las que también hayamos hecho más Historia que otras a las que el mismísimo Francisco de Quevedo calificó de aborto. Y bajar a segunda división en detrimento de que las más desleales jueguen la champion, conllevaría lo que teme Marín y tememos tantos otros andaluces. Que las cosas sean tan radicalmente asimétricas que se nos quede cara de señorita de Aviñón. Y que nos quieran dar puente por túneles en la SE-40, que el puerto de Algeciras no conecte con el corredor Mediterráneo, que la vía Huelva-Zafra siga pareciéndose a un tren donde se montaban El Bueno, El Feo y El Malo en Almería, que el ave que espera Almería no sea como el barco del arroz, que Granada se desespere con la segunda circunvalación, que el trasvase Tinto, Odiel, Piedras tome de una vez velocidad de crucero, no de patera, que se acometa el pantano de Rules, vital para los agricultores de la Costa Tropical y que, en fin, la presa de Siles sea una realidad para el bienestar de la tierra de la Sierra del Segura. Cuando ayer el rey Felipe VI le dijo al señor Sánchez que después de lo pasado llegará el dolor, aquí podemos confirmar que ya estamos sufriéndolo, desde hace años, sin que sepamos hacernos oír o expresarlo en toda su trágica dimensión. Como solo ha sabido hacerlo el flamenco menos festero. Majestad, sabemos de lo que habla. Porque sabemos lo que duele el dolor del olvido.
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