La desintegración
El PP necesita un cambio urgente de mentalidad en Andalucía si quiere aspirar a algo
La integración es, por ahora, una pose en el PP. En Andalucía es imposible mientras no cambien bastantes cosas. Porque no hay categoría para la concordia. Pablo Casado sabe que durante su discurso en el congreso en el que se disputaba la presidencia del partido con Soraya había dos filas que le gritaban «¡unidad!, ¡unidad!». Sabe también que esas dos mismas filas se quedaron vacías durante su proclamación. Los radicales andaluces, utilizados por el sempiterno instigador de revueltas internas, no tuvieron la clase necesaria para arropar a su nuevo líder porque habían planteado estas primarias como un enfrentamiento, no como una elección. Luego, ya en frío, se apresuraron a arreglar su insolente espantada con comentarios de apoyo al nuevo presidente. Pero elogiar al jefe después de su designación es mero peloteo interesado. Cuando tiene mérito el halago es antes. Y si se está en el equipo contrario, lo más señorial es siempre el respeto. Con eso basta. Pero jugarle sucio al rival durante la batalla y luego querer ponerse a su vera en la victoria es de poca vergüenza.
Sólo Juanma Moreno ha tenido un comportamiento digno de su responsabilidad en esta confrontación. Apostó fuerte por Sáenz de Santamaría y puso el aparato andaluz al servicio de la causa arenista, una jugada torpe por su parte porque este congreso se había convertido para él en una ocasión única para desligarse de su espectral antepasado. Pero al menos ha mantenido la elegancia en todo momento ante Casado. Y eso ya es mucho en un partido cada vez más copado por hinchas. La presidenta de Sevilla sirva como ejemplo. Virginia Pérez ganó su congreso provincial a Juan Bueno por sólo 24 votos, aunque lo hizo contra todo pronóstico. De hecho, unos días antes pactó repartirse los puestos de dirección con la otra candidatura. Sin embargo, luego envió un mensaje de audio a sus afines en el que les dijo que ese pacto había sido una imposición y que se cortaría una mano antes de ser la número dos de la corriente de Zoido en Sevilla. «El 22 de mayo del año que viene veremos a ver quién queda», anunció en aquella grabación para disipar cualquier duda acerca de una posible integración. Y poco a poco ha ido cumpliendo su palabra. En el Ayuntamiento no queda ni un solo zoidista en puestos de relevancia. Todos al ostracismo. Conclusión sobre Virginia Pérez: ni supo ganar entonces, porque con apenas 24 votos de margen quiso hacer tábula rasa, ni ha sabido perder ahora.
Por eso el PP no necesita sólo una integración aquí, sino un cambio de mentalidad. Un partido que aspira a gobernar en cualquier institución no puede permitirse enfrentamientos soeces, ajustes de cuentas o plantes al presidente. Tiene que mostrarse generoso ante sus posibles electores y, sobre todo, tiene que empezar a hablar cuanto antes de lo que preocupa en la calle, no de lo que preocupa en sus pasillos. Por eso ahora Zoido, perdedor del congreso provincial y ganador andaluz del nacional, tiene la oportunidad de demostrar que el PP va a cambiar de verdad. O integra con justicia a los derrotados, o se desintegra el partido.