Los deberes de Sánchez
Seguro que pagamos la novatada como pardillos en forma de broma pesada en los Presupuestos
Sevilla es una ciudad suspensa. No al estilo de aquellas urbes imposibles que imaginó Italo Calvino, sostenidas en el vacío por la memoria de sus residentes, la voluntad de sus visitantes y la inteligencia de sus adversarios. No. Sevilla es una ciudad suspensa pero porque nunca aprueba. Y se le van pasando los exámenes y está siempre como esos alumnos malos que tienen que ir cambiando el expediente de universidad una vez agotadas las matrículas. En siete años matriculada en la facultad de Rajoy, la ciudad sólo ha aprobado algunos parciales sueltos de sus asignaturas pendientes, y ahora, agotadas las convocatorias, tiene que matricularse deprisa y corriendo en el colegio mayor de Sánchez, donde seguro que pagamos la novatada como pardillos en forma de broma pesada. Lo del cubo de agua fría por la cabeza va ser poco con lo que está por venir cuando caigamos en la cuenta de que tampoco esta vez habrá dinero.
Sánchez, como su predecesor, tiene una lista de deberes pendientes con Sevilla. Una lista larga que, lejos de disminuir, va creciendo año tras año. En el colegio, a los alumnos remolones se le acababan las excusas a mitad de curso. A algunos se le morían los abuelos varias veces para justificar el despiste con los problemas de matemáticas. Los más descarados, directamente se encogían de hombros cuando les pedían el trabajo de casa. Con Sevilla, el Gobierno va ya por el descaro: ya no hace falta ni inventar ninguna justificación.
Apunten, apunten, sin ningún ánimo de exhaustividad, pero no en una barra de hielo, sino en el mostrador donde se seleccionan las papeletas del voto antes de depositarlas en la urna: el Metro por supuesto, los museos de Bellas Artes y Arqueológico, la conclusión de la SE-40, los túneles bajo el Guadalquivir para los que se había encontrado una solución, la comisaría del Polígono Sur, la de Nervión para que se pueda enajenar la Gavidia, el anillo de Cercanías, la SE-35 que debería haber permitido el desarrollo de los suelos en torno al aeropuerto, el dragado de profundización del Guadalquivir del que nunca más se volvió a saber nada, la conexión ferroviaria entre la estación de Santa Justa y el aeropuerto, el desdoble a paso lento de la A-4 para evitar el punto negro de Los Palacios, el peaje de la autopista de Cádiz… Ahí lleva tarea el Gobierno de Sánchez… y del que sustituya a Sánchez, porque seguro que a la vuelta de unos meses, habrá que volver a escribir esta columna. Y seguiremos sin pasar de curso.
Lo malo es que la ciudad le tocará las palmas en cuanto aparezca por aquí el profesor Sánchez aunque tenga el cuajo de decir que el perro mascota de la Moncloa se comió los apuntes de las inversiones en Sevilla.