Quemar los días
También a mí
Es imposible no sentirse conmovido al leer la biografía que Luis Miranda ha dedicado a Juan de Mesa

Tiene Luis Miranda cuando escribe su libro los mismos años que Juan de Mesa cuando murió, 44 años. Y de ese asombro, y de comprobar todo lo logrado por el escultor en tan corto periodo de vida, surge el impulso de escribir sobre él. Pero ... son tan pocos los detalles biográficos datados, y en cambio tan enorme su legado, que Luis se propone hablar sobre Juan de Mesa a través de un recorrido por sus obras, diseminadas en su mayor parte por Andalucía, y muy especialmente Córdoba, donde nació, y Sevilla, donde murió.
De este modo, Luis, en primera persona, y durante el periodo más severo de la pandemia, va sorteando las restricciones de movilidad y las dificultades propias del momento y consigue entrevistar a todo aquel que, a su juicio, tiene cosas que decir sobre el imaginero. Al mismo tiempo, visita los templos donde se conservan las imágenes, accede a experiencias íntimas y algunas veces únicas, se acerca a las esculturas con devoción callada, siempre escuchando. No sólo la voz de los que custodian las imágenes, sino la de las propias imágenes, que parecen hablarle directamente a él.
Conozco a Luis desde hace más de veinte años. Entablamos amistad a comienzos de la carrera, y nuestra relación siempre transitó por una mutua admiración y una sintonía imperturbable a pesar de todo lo que nos separa. Para empezar, el sentimiento religioso, que siempre fue muy profundo en él y a mí me abandonó hace demasiado. Por eso tenía ciertas reservas cuando recibí su libro, ‘Juan de Mesa. La caza del aliento’, editado primorosamente por Almuzara. Pero enseguida sucumbieron frente a la fuerza de la historia. Porque lo que ha escrito Luis trasciende con mucho el ámbito cofrade, y se acerca más a la tradición de un género que han cultivado con fortuna autores como Kapuscinski, Cercas o Carrére (no involuntariamente mencionado en el libro): el relato de no ficción. En este caso, por pura honestidad: no se me ocurre una manera más decente de acercarse a la vida de alguien tan discreto que prefirió hablar sólo a través de sus obras que centrarse en estas obras para intentar trazar una propuesta personalísima de biografía.
No hace falta ser religioso para sentirse conmovido por el texto de Luis. Especialmente cuando especula con el proceso de creación de la obra más célebre del imaginero, el Jesús del Gran Poder, y cuando se refiere a la relación sobrenatural que los creyentes y no creyentes mantienen con la Imagen.
Meses atrás, almorzamos juntos un día de los que él vino a Sevilla mientras estaba documentándose. Ya me avanzó algunos pormenores del libro. Entonces debí confesárselo: que hace demasiado tiempo que abandoné el sentimiento religioso, pero que yo también, en ocasiones, al pasar por San Lorenzo, casi de forma furtiva, entro en el templo y contemplo con un pellizco sobrecogido la imagen del Gran Poder. Que también siento, como él, que me habla.
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