CARDO MÁXIMO

Cumplir la Ley

Espadas explota el perfil de gobernante prudente y previsible que a Rajoy tan buenos rendimientos le da

Imagen de archivo del mercadillo del Charco de la Pava Juan Flores
Javier Rubio

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Puede que, al final, todo el lío catalán vaya a tener un corolario que nos acerque a la normalidad de un país europeo en todo asimilable a nuestros vecinos: incluidos sus friquis demagogos que salen por peteneras y se dan el piro a la chita callando mientras les piden a los demás que resistan. Puigdemont, el antihéroe y el antimártir todo en uno, está más cerca de los Beppe Grillo, Nigel Farage y demás caterva excéntrica de lo que creemos. Pretendiendo señalar la España democrática como excrecencia directa del franquismo, los independentistas nos han incorporado a la contemporaneidad de hoz y coz con su cantonalismo de salón. Al final, lo moderno es responder con la templanza que lo ha hecho Rajoy y el atavismo está de parte de quienes proclaman repúblicas de pitiminí a escondidas y corren a esconderse tras las cortinas como los críos malcriados tras perpetrar su trastada.

Pues bien, de todo este mes que vivimos al borde del abismo nos va a quedar un regusto nuevo por la ley y el orden que los españoles -entre los que se cuentan, por supuesto, los catalanes, de alma tan anárquica- no habían disfrutado en democracia, tan sólo bajo la férula autoritaria de gobiernos dictatoriales. En el fondo, el sarampión independentista nos va a inmunizar para una temporada del desgobierno y el incumplimiento de las normas legítimas. ¿Se acabó la barra libre? Ojalá.

Hay detalles que invitan al optimismo, también en Sevilla. Espadas explota el perfil de gobernante prudente y previsible que a Rajoy tan buenos rendimientos le ha dado. Y ha hecho del cumplimiento de la ley, de ese incordio burocrático de contar con todos los permisos pertinentes y atenerse a todo lo que disponen las ordenanzas, su norma de conducta. Este domingo se ha cargado el mercadillo ilegal del Charco de la Pava lo mismo que antes se había cargado el de Su Eminencia. En Santa Cruz, que parece un zoco indecente, ha empezado a aplicar la normativa con la contundencia que marca la chapa de la batea del camión en que se recogen los expositores y los cachivaches que entorpecían el tránsito peatonal y afeaban el conjunto. En la Avenida, la calle San Fernando y la Campana se ha salido con la suya reduciendo veladores aunque se haya tomado un año entero con idas y venidas pero ya se plantea nuevas razias en zonas manifiestamente sobradas de terrazas y de bares.

Y no se ha oído una mosca. Antes -antes de vacunarnos del sarampión secesionista, quiero decir- parecía que se acababa el mundo si un alcalde se ponía serio y mandaba quitar mandiles de las fachadas, mesas sobrantes o guardias contra el botellón. Enseguida se le colgaba el sambenito de autoritario y se le echaban encima. Eso era antes. Ahora, ya ve usted, a Rajoy o a Espadas, no hay quien les chiste.

Cumplir la Ley

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