El coche
Leña a los que hablan por teléfono o escriben mensajes mientras conducen

Lo que menos podía imaginar el dueño del bar es que iba a conocer un día en el que no podría fumar en su propiedad. Era inconcebible un bar sin ceniceros, un cuarto sin humos y un ambiente tan cargado como el famoso Coche 5 del Ave cuando allí dejaban fumar. Aquel camarero y dueño del bar al que recuerdo con el purito siempre en la boca, mientras preparaba un café o servía una cerveza con tapa, hoy no sabría qué hacer, si jugarse la multa, cerrar el bar o quitarse del tabaco. El dueño de la tienda que nos atendía mientras encendía —y nos ofrecía— un cigarrillo, no sé cómo se las iba a aviar hoy. El tabaco, aquella «señal de hombría» como lo llamaban muchos, es hoy un apestado, un arrinconado. Las niñas de mi adolescencia decían que era muy elegante un hombre con un cigarrillo. Y, como un no escrito refrendo de mayoría de edad, había padres que el primer cigarrillo se lo ofrecían al hijo cuando éste volvía del servicio militar.
Si hace diez o doce años nos hubiesen dicho que no íbamos a poder fumar en casi ningún sitio, nuestras carcajadas hubiesen subido a los cielos. Pues ya ven. Recuerdo que, más por nervios que por placer, en mi primer vuelo de Sevilla a Madrid me fumé casi medio paquete. Los ceniceros que estaban tras los asientos como pequeñas mochilas del vicio, estaban como los de los bingos. Y llegó el comandante y dijo aquí no se fuma más ni en el tren, ni en el avión, ni en los autobuses, ni en el barco, ni en el bar, ni en la tienda, ni en el aeropuerto, ni en las estaciones. ¿Y en los coches particulares? Un día llegará que lo prohibirán, y harán bien. Y harán mucho mejor si inventan algo que anule la posibilidad de uso de los teléfonos móviles dentro del coche. ¡Que inventen, por favor! Si el bar es mío y no me dejan fumar, ¿por qué no me lo van a prohibir en el coche, que también es mío? Y con el móvil, mientras inventan algo que anule su funcionamiento en el vehículo, que las multas por usarlo mientras conducimos sean mayores que el valor del coche, causen accidentes o no. Guerra al móvil en el coche. Que el teléfono móvil sólo funcione con el motor del vehículo apagado; que baste el encendido para que el móvil se apague. Salvaría muchas vidas. Al coche, leña: a los que van volados y ponen en riesgo la vida de los demás, a los que hablan por teléfono o escriben mensajes mientras conducen, a quienes creen que están sentados, tan felices, en la salita de su casa. Leña, leña. Digo leña de dinero y de cárcel. Y cuando digo dinero y cárcel, digo miles de euros y años de cárcel. Y al que le dé, que perdone, como dice la copla. A ver si aprendemos. Todos.
antoniogbarbeito@gmail.com