TRAMPANTOJOS

La ciudad de los mil ojos

¿Será posible reproducir el prodigio místico de la Semana Santa en la ciudad hipervigilada?

Imagen de la Semana Santa de Sevilla Rocío Ruz
Eva Díaz Pérez

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Vuelan arcángeles sobre el caserío lleno de ultramodernas cámaras de seguridad. Y un apostolado en madera de cedro busca su escena confundido en los mapas de esta smart city. ¿Dónde está la vieja ciudad de las devociones místicas? ¿En qué momento desapareció la ciudad de altares dorados que salían a la intemperie de la primavera? Eso preguntan los personajes del drama bíblico desorientados en la ciudad inteligente, aforada, hipervigilada y monitorizada.

Será curiosa esta Semana Santa en la que se confunden los siglos. Pasan en penumbra los Cristos que agonizan, alumbrados con luces del pasado, caminando con un ritmo de otro tiempo, reflejándose en espejos desaparecidos. Pero el público sabe que en cualquier momento podría romperse el artificio y un coro de luces despiadadas iluminará la escena en busca de la sospecha. Si alguien corre o suena un ruido extraño, las luces romperán la escena sonámbula. ¿De qué color será entonces la piel tiniebla de los Cristos muertos de Ocampo?

Los focos borrarán las luces amarillas, la bruma antigua y las sombras barrocas espantando los perfiles del prodigio. Y quizás se rompa el matiz imposible de las Vírgenes lívidas que sólo se descubre al atravesar calles oscuras. Ojalá no se apaguen las llamas frágiles de las candelerías olvidando la oscuridad pintada con contraluces de Rembrandt.

Todo será por la seguridad, porque este mundo de rabia y vértigo parece incompatible con el teatro secreto de piedades, con esa extrañeza de asistir a un cortejo de historias del pasado, guardadas en relicarios de la memoria.

Los mapas de las viejas collaciones se han convertido en un callejero de última generación, en un sorprendente mecanismo de geolocalización. Atrás quedará el asombro y la sorpresa porque todo está vigilado y organizado. Ya no habrá bullas sino aforos controlados. El público y los devocionarios transformados en cifras y fórmulas.

La inteligencia artificial se ha colado en el corazón místico de las Vírgenes como los puñales simbólicos de la Pasión. Y la videovigilancia graba el prodigio. Miles de ojos-cámaras observan el milagro de esos tratados del buen morir que tienen lugar en las calles. Pero ¿será posible el escalofrío que narraba Antonio Núñez de Herrera en su «Semana Santa. Teoría y realidad»?: «Vámonos de aquí, compadres. Resulta que es verdad que Dios se ha muerto».

La ciudad de los mil ojos

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