Manuel Contreras - PUNTADAS SIN HILO

Cárcel, dulce cárcel

Para quien viene de países con graves problemas no hay mejor libertad que tener cama y comida garantizada cada día

MANUEL CONTRERAS

Un preso de la cárcel de Alhaurín de la Torre ha pedido a la Audiencia Provincial de Málaga que le permitan continuar en prisión pese a que le correspondía abandonar el recinto penitenciario al cumplir dos años en prisión preventiva. El recluso, de origen sudamericano, alegó para tan sorprendente petición que estaba realizando unos cursos de formación y quería terminarlos, pero la dirección de la cárcel ha comprobado que tal extremo es falso y que el presidiario no tiene vínculo alguno que le obligue a continuar con el régimen carcelario. Su resistencia a abandonar la cárcel pese a tener la puerta abierta no parece obedecer más que a una sencilla razón: dentro está mejor que fuera.

En nuestro concepto vital de país europeo y solvente la libertad es el bien más preciado, un tesoro irrenunciable, pero para quien viene de países con graves problemas estructurales no hay mejor libertad que tener garantizado una cama mullida y un plato caliente de comida cada día. Al preso de Alhaurín de la Torre probablemente le espera un futuro incierto cuando salga de la prisión, sin opciones de encontrar un empleo y abocado a apañarse algún trapicheo en la economía sumergida que le permita malvivir en alguna barriada marginal. El boom económico permitió mejorar mucho las cárceles españolas, y desde entonces la calidad de vida se ha deteriorado más fuera que dentro de las prisiones. Entre una vida libre y miserable o preso y confortable, tiene cierta lógica que algunos prefieran lo segundo.

Menos libertad y más comida y cama gratis. En cierta forma, la mentalidad del preso de Alhaurín no desentona en la sociedad andaluza, donde una parte importante de la población prefiere tener garantizada una modesta paguita de subvención pública antes que enfrentarse a un incierto mundo laboral. Los jóvenes andaluces siguen prefiriendo ser funcionarios antes empresarios, lo que hace que Andalucía sea una de las regiones españolas con menor índice de emprendimiento. Hay poca cultura del riesgo en una comunidad donde la Junta de Andalucía ha desarrollado en más de tres décadas un mastodóntico entramado público que se extiende hasta el último rincón de la economía regional caracterizado además por una hegemonía ideológica, consecuencia de que un único partido haya estado durante todo ese tiempo gobernando la autonomía. El modelo al que nos hemos acoplado es económicamente modesto pero socialmente cómodo. Tenemos pocas empresas autóctonas capaces de crear riqueza y empleo, pero hasta los sectores más desfavorecidos de la población tienen sus necesidades básicas atendidas. Con este modelo, esta comunidad nunca va a ser una región pujante que tire de la economía española, pero sus habitantes se sienten seguros y con las necesidades cubiertas. La falta de ambición es una cárcel de la que Andalucía no quiere salir.

Cárcel, dulce cárcel

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