Antonio Burgos - EL RECUADRO

Canela, clavo y Romero

Según las edades, para los gitanos Romero es Tío Curro o Primo Curro. Uno de ellos, sin ser calorró

ANTONIO BURGOS

INVITO a quienes esto vieren y leyeren que, si son de la Cofradía de los Gitanos, manden una carta a la sección «ABC y sus lectores» para que el domingo sepamos quién en la hermandad inventó esa como jaculatoria calé al Cristo de la Salud y a la Virgen de las Angustias: «Canela y clavo». ¿Fue acaso el capataz Gallardo, en una de sus arengas líricas a la cuadrilla de palio antes de una levantá del paso de la Virgen? No se olvide que en ese palio, a la altura de los antiguos Juzgados de la calle Almirante Apodaca, en una gitana alboreá de Viernes Santo, fue cuando El Penitente, mandando la levantá, animó a sus peones a que la dieran con tal fuerza que, como había tranvías y por allí pasaba el de la Cruz del Campo, fueran «¡A los cables con Ella!». A lo que como ya hasta un retablo de cerámica recuerda en el lugar, el costalero Ricardo Gordillo «El Balilla», que iba igualado de patero, respondió con un improvisado grito que fue como una oración. La mejor oración nunca rezada a la Virgen gitana desde el costal, la faja y las alpargatas: «A los cables, no, ¡al Cielo con Ella!». ¿Fue así, como una segunda edición de «Al Cielo con Ella» que Gallardo, o uno de sus costaleros, improvisó la jaculatoria gitana de la canelita y el clavo para pelar la pava de amor filial con la Divina Novia de las Angustias que Joselito Lérida hizo que retrataran con nupcial mantilla blanca? ¿O fue para que ese clavo y esa canela le hicieran menos pesada la carga de su Cruz al Nazareno de la Salud?

Aguarden al domingo, que espero que algún hermano se tire de espontáneo en «ABC y sus lectores» y nos cuente esta pequeña gran historia de Sevilla como fue la gloriosa invención del Canela y Clavo de Los Gitanos. Pero en esa Venera de las Especias de los olores que trasminan arte gitano, faltaba otra olorosa planta mágica y aromática, que cuando se quema se lleva lo malo y trae lo bueno: el romero. «A la flor del romero,/romero verde,/si es con clavo y canela/madruga el Viernes...» O te rompes la camisa. Como se la quieren romper los cantaores en la gala flamenca que a beneficio de las obras de caridad de la Hermandad de los Gitanos se reúnen el día 1 de marzo en el Teatro de la Maestranza convertido en cuarto de los cabales, como homenaje a Curro Romero. Corrijo: a Tío Curro Romero o a Primo Curro Romero, según la generación que lo miente con el cariño de la misma sangre. Tenía Curro canela y clavo cuando la gente iba camino de la plaza de los toros el Domingo de Resurrección con ramitas de romero en el ojal de la solapa, como si fuera el escudo de la hermandad. Y junto al cordón color antifaz morado y a la canelita en rama y al clavo vienen en el anuncio de la gala en el ABC, y junto a los del Faraón, los nombres de esos flamencos de canela y clavo: Lebrijano, Poveda, Pansequito, Aurora Vargas, Marina Heredia, Eva Yerbabuena, José de la Tomasa (que fue aguaor del paso de Cristo), Paco Cepero, Paco Suárez y Rancapino hijo.

Yo he visto a Curro Romero, que no es ningún beatón, sino hombre de sentimientos, emocionarse hasta la lágrima viendo entrar al Cristo de la Salud un Viernes por la mañana. Su Cristo. Porque es el de los Gitanos. Los suyos. A Curro Romero le pasa como le ocurría a Lola Flores, que sin ser gitano, ni cuarterón, ni cuchichí, los gitanos lo consideran uno de su raza, porque tiene sangre de reyes en las palmas de las manos que cogían el capotito tan cerca de la esclavina. Según las edades, Romero es para los gitanos Tío Curro o Primo Curro. Uno de ellos, sin ser calorró. Canela, clavo... y romero. Yo he ido con Curro Romero por el barrio de la Viña de Cádiz y se le han acercado los flamenquitos para pedirle algo, primo. Y sin que nadie se diera cuenta, muy dobladitos, y dejando la mano como atrás para que lo cogieran, qué elegancia, Curro les iba largando los cien duros a uno, los cuarenta a otro, los doscientos al de la otra calle. Para todos era Primo Curro o Tío Curro. Uno más de canela y clavo. Tanto, que íbamos a entrar en casa de Pepe Manteca para tomarnos una copita con los chicharrones en papel de estraza, se echó la mano al bolsillo y me dijo:

—Antonio, hijo, vas a tener que pagar tú, porque me he quedado sin una gorda, de darlo a estos flamenquitos con tanto arte.

Constato que se lo sigue dando. Con tanto arte como sus hermanos gitanos. Canela y clavo. Y Romero. Y Sanseacabó.

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