LA TRIBU

Una camiseta

No creo que fuera una casualidad que esa camiseta la llevara el único canterano que había sobre el césped

Jesús Navas disputándole un balón a Luis Suárez en la final de la Copa del Rey AFP
Antonio García Barbeito

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Había once, pero sólo una salvo. Las diez restantes las llevaban algunos que no podían con ella, y las llevaban quienes jamás debieron ponérsela, que, en estos casos, sudar la camiseta es mancharla. Las diez restantes, de pena. Si no todas culpables de la vergüenza arrastrada, del deshonor del escudo y de la afición, sí alineadas en el mismo frente de indiferencia. Sé que de las diez restantes hay alguna que no puede más, que lucha por poder llevarla con honra, pero eso no basta. Salvadas éstas, las otras, para arrancárselas a quienes las llevaban. Una legión extranjera de siete, que no siente más escudo —y si hay excepciones, que lo demuestren— que el billete de euro, esa legión extranjera, unos con más culpa que otros, se ha cargado el honor de un club, de una ciudad, de unos colores, de un escudo, de una afición incondicional. Si de las diez camisetas hay una que pueda ponerse con vergüenza, que lo demuestre.

Sólo una camiseta, una. El Sevilla, en el Wanda Metropolitano, tuvo la desgana, la impotencia, la indiferencia, la falta de entrega, la inoperancia, la mandanga de gente que cobra una millonada a cambio de sus caprichos. Por no hablar de usted, míster. ¿Machacó el Barcelona al Sevilla? Sí, pero hubo un miembro de ese Sevilla —una camiseta— que se revolvía, con «casta y con coraje», cada vez que lo golpeaban o golpeaban a su equipo. Sólo uno. Delgado, fibroso, cara y cuerpo de niño, pero con mucho sevillismo de verdad encima, dentro, por la sangre. No tuvo que cruzar el charco ni hablar con deje cuasi cantado, ni vino a jugar al trile con los pies, ni a dejarse caer, ni a vender humo; estaba aquí, se fue y metió un dineral en el club, y ha vuelto, como si nunca se hubiera ido, más joven, más honrado, más sevillista y haciendo de la banda derecha un territorio total, el suyo, así en la defensa de sus muros como en el ataque. No tiene rollo de cansancio de vedette, ni argumenta que tiene una vida y por eso, tras una vergonzosa noche que requería vigilia de culpa, se va a disfrutar de la música y las copas. Vergüenza, casta, clase, coraje, entrega, frente alta, sangre exprimida por su club, sus colores, su escudo, el nombre de Sevilla. El mejor análisis de la final de la Copa del Rey habría que hacerlo con esa camiseta en la mano —y escondiendo casi todas las demás— y mirándole la cara a quien la llevaba, Jesús Navas. No creo que fuera una casualidad que esa camiseta la llevaba el único canterano que había sobre el césped. A lo mejor ahí está el camino señalado para que el Sevilla vuelva a ser el «equipo de la casta y el coraje», y no el de tantas mentiras.

antoniogbarbeito@gmail.com

Una camiseta

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación